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11.11.2013

EL ALMA DE "EL ALEPH" [3/4]




 Leer El aleph, de Jorge Luis Borges]

¿Dónde estará (repito) el malevaje
Que fundó en polvorientos callejones
De tierra o en perdidas poblaciones
La secta del cuchillo y el coraje?
Jorge Luis Borges [*]



CAPÍTULO 3: LA MITOLOGÍA DEL CORAJE.
El Padre Ausente y el Mandato Narcisístico.

Acercarse a la Mitología del coraje en Borges, es acercarse a la historia de malevos, guapos y compadritos. Es también adentrarse en la Tradición gauchesca, antecedente inmigratorio de la urbanización ciudadana. Es hacerse cultor de una "religión con su mitología y sus mártires, la dura y ciega religión del coraje, de estar listo a matar y a morir." [1] Por el puro placer de matar.

Ares, Dios de la Guerra, fue un tracio que amó la batalla por la batalla misma. Se complacía en la matanza de hombres y el saqueo, independiente de toda motivación. Zeus y Hera lo odiaban. Afrodita, en tanto, infiel a Hefestos, concibió con Ares tres hijos.

En su libro Evaristo Carriego y para abonar su hipótesis de que pelear es una fiesta, Borges recuerda el nacimiento histórico de las "canciones de gesta", las sagas y juglarescas de Epopeyas y Hazañas guerreras. También a Atila y sus arengas en Historia de los Godos; a Paris, en La Ilíada, corriendo a la batalla como un potro tras una yegua en celo; a la Saga de Beowulf, con guerras que son danzas de espadas...

Lo cierto es que ninguna de estas referencias parecen confirmar su Tesis. Todas conforman luchas por ciertos objetivos e ideales, capturados por el valor y la valentía, más que por el desafío y la enajenación del puro coraje.

Siempre son dos los que tallan,
Un propio y un forastero;
.......................
Nunca se han visto la cara,
No se volverán a ver;
No se disputan haberes
Ni el favor de una mujer. [2]

Extraña esta Mitología borgeana donde se exalta el puro culto del cuchillo. Pero creemos que Borges escotomiza o niega la realidad. Si es un propio y un forastero ¿No es acaso el desafío al de "afuera", vivido como enemigo? ¿No hay un enfrentamiento narcisista de reaseguro endogámico?

Igualmente percibimos su confusión cuando conjuga en una sola palabra coraje y potencia sexual: 
"La índole sexual del tango -escribe- fue advertida por muchos, no así la índole pendenciera. Es verdad que las dos son modos o manifestaciones de un mismo impulso y así la palabra hombre, en todas las lenguas que sé, connota capacidad sexual y capacidad belicosa, y la palabra virtus que en latín quiere decir coraje pero procede de vir, que es varón." 
Y la confusión se hace aún más evidente cuando, a renglón seguido, Borges recuerda para confirmar su hipótesis, un fragmento de la obra de Rudyard Kipling. Allí Kim, el afghán declara: 
"A los quince años, yo había matado a un hombre, y procreado a un hombre [When I was fifteen, I had shot my man, and begot my man] como si los dos actos, fuesen esencialmente uno". [3]
Consideramos imposible asimilar estas dos circunstancias tan diferentes y extremas. Sin embargo, la asociación de las ideas de Muerte, Sexo y Procreación, esencialmente una, la encontraremos muchas veces repetida en Borges. 
"La guerra servía, como las mujeres, para que se probaran los hombres." [4] 
Creemos que hay en Kipling una alusión metafórica al crecimiento en la pubertad: "Cuando tenía 15 años maté mi hombre y dí a luz mi hombre".

En cuánto la etimología, la palabra varón no es más que una generalización semántica de barón: "hombre noble". Barón, del germano {baro}: "hombre libre, apto para la lucha". Varón, del latín {vir}, influirá, a partir del Siglo XVI, para cambiar la ortografía de la palabra.

Coraje, del latín {cor}, corazón, alude al "gran corazón" del hombre valiente. Coraje refiere una impetuosa y a veces colérica decisión y esfuerzo de ánimo. Valentía deriva de valer: es ser fuerte, vigoroso, potente, sano. Si bien pueden utilizarse como sinónimos, todo depende del contexto.


EL COMPADRITO

Este personaje de la sociedad porteña del 1900, tan frecuentado por Borges, ha merecido distintos comentarios. Para Fernando Guibert: 
"La historia inverosímil del compadrito tuvo su comienzo así: la pobreza, que era el retrato marchito de la madre, deshilachándose día por día, arrastando quehaceres, y el padre, que más de una vez era un retrato olvidado en los cajones". [5]
Hemos analizado ya la orfandad en Funes. En Historia de Rosendo Juárez, el personaje cobarde de El Hombre de la esquina rosada, se confiesa: 
"Nunca se me ocurrió averiguar el nombre del padre que me hizo. Clementina, mi madre, era una mujer muy decente que se ganaba el pan con la plancha. Me crié como los yuyos".[6]
La palabra compadre, del latín {compater, compatris} nombra, recíprocamente, al padre y al padrino de un hijo y hace al compromiso de amparo que se contrae en relación con ese niño.

Curiosamente, de compadre derivó compadrito como diminutivo, y compadrear. Este vocablo es muy usado en el Río de la Plata, como sinónimo de balandronear, presumir, alardear. El Diccionario de Argentinismos, 1911; de Lisandro Segovia 
[7], define al compadrito como "individuo jactancioso, falso, provocativo y traidor, que usa un lenguaje especial y maneras afectadas."

El compadrito no tenía ni padre, ni padrino... Presumir o alardear de grande, de macho, debió llenar así duras carencias. "Criado como los yuyos", en la escuela de la calle, compartiendo ocios y vicios, este niño tuvo forzosamente que agrandarse. A esto se agregará, como es lógico, el resquemor y el resentimiento.

La patología de los vínculos identificatorios, ligados a esa falta del Nombre del Padre, encienden las pulsiones sadomasoquistas del desafío y del desplante narcisista. La disociación entre mujer sexuada y madre idealizada, lo ubicará en la proximidad de los lupanares.

"Por esa casi perpleja admiración que el instintivo despierta en el hombre de letras" Borges mira, desde una biblioteca y un jardín, hacia las orillas, orillando la realidad. La suya fue una mirada estrábica, escindida. Apuntó "desde su sangre", a un sólo aspecto, desgajándolo del conjunto.
¿Donde estarán aquellos que pasaron,Dejando a la epopeya un episodio,Una fábula al tiempo, y que sin odio,Lucro o pasión de amor se acuchillarón? [8]

"Los compadritos vinieron a mi vida y a mi obra con los malevos y los arrabales, un poco por curiosidad y otro poco porque en la religión que ellos habían construído -la del coraje- yo encontraba cosas que le faltaban a mis días: el arrojo físico, la valentía, todo eso. En esa especie de nostalgia tenían que ver también mis antepasados militares." [9]


TANGO Y MILONGA

La figura del compadrito está asociada al tema del Tango y de la Milonga. El Tango tuvo su origen en los conventillos, pero especialmente en los lupanares. Por eso Lugones, desdeñoso, lo definiría "reptil de lupanar". La Milonga, en tanto, fue primero payada en los fogones campesinos y en los fogones de la soldadesca en campaña.

En Historia del tango, [**] Borges se ocupa de deslindar bien la índole sexual del Tango diferenciándolo de la Milonga por:
"...La lascivia de las figuras, la connotación evidente de ciertos títulos -El choclo, El fierrazo-", y el hecho de que las mujeres del pueblo no quisieran participar de ese baile de "perdularias". 
Sólo el resonar pendenciero, peleador, lo ligaría a la Milonga. Y Borges confiesa una singular facilidad para componerlas : 
"Como de mi sangre, me son dictadas por mis antepasados militares. Todos ellos han escrito esto. Yo no. La prueba está que yo corrijo mucho lo que escribo, aunque no parezca; un soneto, un soneto mío, bueno...procede de varias generaciones de borradores. En cambio, las milongas, no". [12]

Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra; Nadie habrá habido como él En el amor y la guerra...
Entre las cosas hay unaDe la que no se arrepienteNadie en la tierra. Esa cosaEs haber sido valiente.
Siempre el coraje es mejor,La esperanza nunca es vana;Vaya pues esta milongaPara Jacinto Chiclana. [***]


HERENCIA Y DESTINO

En el mandato narcisista el hijo debe cumplir los Sueños, los irrealizados deseos de sus padres. En el caso de Borges, serán los de grandeza y valentía de un gran Héroe, como lo fueron sus antepasados militares. Desde su padre, un hombre de Letras, también los afanes de un destino literario.

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges está encadenado por eso, desde su fe de nacimiento, a un brilante collar de nombres que lo fijan a dos ilustres Arboles Genealógicos: Jorge, por el padre; Francisco, por el abuelo paterno, coronel; Isidoro, por el abuelo materno, también coronel; Luis, por el tío paterno, jurisconsulto. [10]
Sólo Dios puede saberLa laya fiel de aquel hombre;Señores, yo estoy cantando´Lo que se cifra en el nombre. [11]
A la muerte de su madre, a los 99 años, perseguido por autoreproches melancólicos, y dolorido por no haberle podido mentir que veía mejor, luego de una de las tantas operaciones padecidas, volverá sobre el pecado de haber defraudado a sus padres, no ha sido feliz, no ha sido valiente.

He cometido el peor de los pecadosQue un hombre puede cometer. No he sido Feliz.
Me legaron valor. No fuí valiente.No me abandona. Siempre está a mi ladoLa sombra de haber sido un desdichado. [13]
Sus fobias e inhibiciones se trenzaban y tensaban en la realidad de su padecer. La épica, era un "apetito elemental". Sublimatorio, el coraje se hace literatura.








Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin




NOTAS

[*] J.L. Borges. Tango, El otro, el mismo, O.P. p..203.

[**] J.L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. p.160.
[***] J.L. Borges. Milonga para Jacinto Chiclana, O.P. p.287.


[1] J.L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. Editorial Emecé Bs. As., 1974 p.168.
[2] 
J. L. Borges. Milonga del forastero. Historia de la Noche. Obra Poética Editorial Emecé, 1977 p.528.
[3] J. L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. p.160.
[4] J.L. Borges. La otra muerte; El Aleph, O.C. p.571.
[5]
 F. Guibert. El compadrito y su alma, Editorial Perrot, Bs. As., 1957 p.17.
[6]
 J.L. Borges. Historia de Rosendo Juárez. El Informe de Brodie, O.C.p.1034.
[7]
 L. Segovia. Diccionario de Argentinismos. Comisión Nac. del Centenario, Bs. As. 1911.
[8] 
J.L. Borges. El tango. El otro,el mismo. O.P. p.203.
[9]
 Mario Mactas. Entrevista a Borges citado en Borges, saque el cuchillo, de Rodolfo Braceli. Editorial Galerna,  Bs. As., 1979.

[12]
 Antonio Carrizo. O.C p.62. El subrayado es mio, J.W.

[10] J.Woscoboinik. O.C p.232.
[11] J.L. Borges. Milonga para Jacinto Chiclana, O.P. p.287.
[13] 
J.L. Borges. Remordimiento, O.P. p.486.






4.08.2013

PRESENTACION DE "SILUETAS"






El 21 de Marzo de 2013, Rodrigo Guidi, Amigo y Colaborador de ADN, presentó su anunciado Libro de Poesías Siluetas. Lejos de las extravagantes disquisiciones que mantienen en vilo la curiosidad del Profesor Golber, Rodrigo Guidi ha logrado un libro inaugural Altamente Original. Una vez finalizada la presentación nuestro Amigo no dudó en transmitirnos lo que había sucedido esa noche, y en sus propias palabras, las Cualidades Creativas de su Primera Obra impresa:

"Con el libro Siluetas intento romper con las estructuras preestablecidas, tanto de escritura como de lectura. Es un matrimonio entre la imagen y la palabra. Los versos están escritos de tal manera que forman un dibujo, una silueta. Además, se distribuyen en el papel de forma tal que algunas poesías se leen de derecha a izquierda, o se entrecruzan los renglones de una hoja a otra. Bajo esta idea, la presentación se generó como una acción multimedia: la lectura del libro se hizo a través de una pequeña intervención teatral (donde dos albaceas de poetas muertos increpaban al autor por plagio); fotografías de nuestra geografía y un cierre con saxo de por medio."
La siguiente es la crónica fotográfica de la Presentación se hizo el Jueves 21 de Marzo en el Restó Rumalé del Hotel Altos Ushuaia. 



Amanecer austral

El Puerto y la Ciudad de Ushuaia


El hotel Altos Ushuaia

Rodrigo Guidi

Luis Cimi, Rodrigo Guidi y Sergio Araque

Tano Facini y Rodrigo Guidi

¿La sombra de la Justicia?

Luis Cimi [izq.] es representante de la Editorial Cultural; 
Sergio Araque, es el Secretario de Cultura Provincial

La presentación multimedia de Siluetas

El actor Manuel Lopez

Manuel López y César Rosso Castellaro en plena actuación.

La enunciación de los cargos contra el Autor...

El público 

Dos albaceas de poetas muertos increpan al autor por plagio...

Diálogo y discusión entre las partes.

Que finaliza cordialmente...

Y la sangre no llega al río...

El Arte ha ganado (y si no ha ganado ha empatado)...

Cimi, Guidi y Araque: artífices.



La hora de las dedicatorias.

Una extensa dedicatoria en uno de los ejemplares.

Mónica Díaz y Rodrigo Guidi

Y continúan las dedicatorias...



Diseño & Diagramación: Pachakamakin




3.16.2013

LA MUERTE Y LA BRUJULA [3]


Por Giovanni Bottiroli







5. CONFUTACION DEL TIEMPO. DE ZENON A EPICURO

El lector podría admitir la superioridad de estas argumentaciones, y con todo, sinceramente, declararse ligeramente decepcionado. Por muy arbitraria e infantil que sea, la hipótesis de Hillis Miller ofrecía cierta sugestión; la hemos recortado, la hemos eliminado, en nombre del Principio Freudiano de Realidad. Al parecer ha salido ganando la perspectiva estéticamente más triste. Pero ¿De veras es así? En absoluto. No vamos a concluir esta interpretación de Borges con la realidad efectiva. El desquite de la realidad con respecto de la proliferación de las posibilidades solamente es estratégico y tiene un valor provisional: apunta a desenmascarar la falsa complejidad de lo posible, una complejidad en la que el aspecto numérico es determinante. 

En efecto, el conjunto de posibles es numéricamente superior al de los posibles hechos realidad, lo mismo que sobrepasa ampliamente el conjunto de las posibilidades necesarias (o de los entes y de los sucesos necesarios). Pero la complejidad no se deja expresar con valoraciones de orden cuantitativo. Una narración de Borges, de pocas páginas, puede ser infinitamente más compleja que una novela, que se desarrolla a lo largo de centenares de páginas.



LA MUERTE Y LA BRUJULA

Así pues hay que retomar la perspectiva que hemos introducido desde el principio, y que no contrapone la realidad a la Lógica, porque la realidad tiene una Lógica, se puede describir mediante Estructuras Lógicas. Otra vez: el verdadero conflicto no se refiere a lo (lógicamente) Posible y a lo Real, sino a los Estilos de Pensamiento. Para desplegar plenamente el conflicto entre Estilos de Pensamiento es necesario antes que nada que el abanico de las Categorías Modales vuelva a su Amplitud original volviendo a acoger a la necesidad –la Categoría, cuyo nombre está prohibido en los “relatos de lo posible” [25]–, y sobre todo que la Esfera Modal sea extendida y articulada más allá de las Categorías Clásicas. 

Poner de relieve el hecho de que los hombres de lo Posible o del Infinito (Hadlik, Albert, Lönnrot) son asesinados no quiere ser una referencia melancólica (y frustrante) a la finitud; al contrario, es la confirmación de un Espacio Conceptual y Lógico más Amplio. En los relatos que se han ido mencionado la muerte de un personaje parece tener diversas funciones: 

a) Le impide al Posible reabsorber lo efectivo, y inutilizarlo completamente. 

b) Manifiesta indirectamente la presencia de una selección en el Caos de los Posibles aludiendo a la distinción entre un Confusivo Inferior (privado de selección) y un Confusivo Superior (filtrado por la racionalidad matemática o por la estratégica); 

c) Desplaza el acento del Principio de Proliferación a las Formas del Conflicto; 

d) Invita a una reflexión sobre el problema del Tiempo, tanto el Narrativo como el Histórico o en cualquier caso “no ficticio”. 

No es necesario subrayar el nexo entre Tiempo y Laberinto: el último laberinto, en La muerte y la brújula, se presta a una lectura no únicamente espacial sino también temporal; el jardín de los senderos que se bifurcan es, de acuerdo con las palabras de Albert, “una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo” (F, 109); El milagro secreto describe una dilatación temporal, obtenida mediante una Técnica de Descomposición y Multiplicación típicamente laberíntica; no sería difícil encontrar otros ejemplos. Sin embargo, sigue siendo difícil aclarar la relación entre Laberinto y Tiempo desde el punto de vista conceptual, porque muchos problemas se encabalgan. En primer lugar, el mismo problema del Tiempo: problema inmenso, para la Filosofía y para la Ciencia. Luego, la reflexión sobre el Tiempo en Borges, y la relación entre la reflexión explícita (por ejemplo Nueva refutación del tiempo) y la implícita en los Relatos y en la Poesía. No puede darse por cierta una plena coherencia entre los varios textos; además las ideas de un escritor son casi siempre inferiores a la riqueza semántica de sus creaciones. Con esto no queremos decir que las páginas de la Nueva refutación no sean extraordinarias.


Estas consideraciones, y una invitación a la prudencia, parecen indispensables, antes de intentar ua ulterior exploración en los Laberintos borgianos. Comencemos de nuevo con la muerte de Erik Lönnrot. Aparentemente inscrita en una concatenación lineal, no es solamente el vértice de un rombo; es decir el punto en el cual convergen líneas geométricas. Aquí también convergen diversas líneas de pensamiento. Dos regímenes lógicos cruzan sus espadas en la villa de Triste-leRoy, y en el duelo entre Confusivo y Distintivo pierde lo Confusivo. Examinaremos ahora la Refutación del Tiempo desde esta perspectiva, que no es una Clave de Lectura porque no hay una Puerta, ya dada, que deba abrirse, sino probablemente una Puerta Velada –un Velo, tal vez imaginario que no puede levantarse, como en la célebre anécdota de Zeuxis y Parrasio. 

Refutar el Tiempo: desafío imposible. En cualquier caso, un duelo de naturaleza Lógica, y Borges lo reconoce de inmediato en la Nota preliminar a la Nueva refutación: 
Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del Tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir. (OI, 236). 
¿Se trata de una Contradicción o de una Paradoja? En principio la distinción es clara: una Contradicción bloquea el pensamiento en el mismo acto, y en el mismo instante, en que se formula y tiene por lo tanto un carácter aporético. Si la Nueva refutación del tiempo fuese verdaderamente, y totalmente, contradictoria, el texto debería detenerse aquí, en la Nota preliminar y en la toma de conciencia del bloqueo lógico insuperable; si esto no ocurre, es porque estamos frente a una Paradoja, cuya forma y cuyo tipo debemos examinar. Hay Paradojas simples, como la Paradoja típicamente barroca para la cual “constante es solamente la inconstancia”, o aquella que satisface las mentes débiles de los escépticos para quienes “la única verdad es que no hay verdades” [26] Y hay Paradojas más complejas, capaces de expandirse y de abrir nuevos horizontes de pensamiento: sin embargo, desde un punto de vista exterior, pueden parecer simples como las precedentes, como en el caso de “medianoche es también mediodía” [27],

Refutar el tiempo: desafío imposible. En cualquier caso, un duelo de naturaleza lógica, y Borges lo reconoce de inmediato en la Nota preliminar a la Nueva refutación: 
Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir.
Una de las fórmulas con la que Nietzsche anuncia una visión no lineal del Tiempo. Este es también el problema de Borges: sustraerse a la sucesión inexorable, a la continuidad, al tiempo-continuidad. Intentará –aunque la empresa parezca imposible– separar el Tiempo del concepto de Sucesión [28]. Así pues Borges parece pensar en una Escisión, una Escisión de lo inseparable. La Meta se podrá alcanzar dirigiéndose allí donde la Filosofía idealista no ha sabido dirigirse, por falta de lucidez, o poca coherencia: por ejemplo Berkeley ha disuelto la materia, es decir la existencia continua de los objetos, Hume ha disuelto la identidad personal en un “haz de percepciones”. Ambos, sin embargo, afirman el Tiempo (OI, 239). 

Borges quiere ir más lejos: 
Niego, con argumentos del idealismo, la vasta serie temporal que el idealismo admite. (OI, 241). 
En esta afirmación no debemos descuidar la referencia a la técnica: aquí lo esencial no es la adhesión al idealismo (adhesión que podría revelarse efímera, irónica o burlesca [29] y que se desmiente en las líneas finales, ya citadas: "El mundo, desgraciadamente , es real; yo, desgraciadamente, soy Borges," 256), sino más bien la forma de la argumentación. 

¿Qué es lo que caracteriza el Idealismo como estilo de pensamiento? Los Argumentos del Idealismo apuntan a la disgregación. Querría ayudar al lector, dice Borges, a penetrar... 
En ese inestable mundo mental. Un mundo de impresiones evanescentes; un mundo sin materia ni espíritu, ni objetivo ni subjetivo; un mundo sin la arquitectura ideal del espacio; un mundo hecho de tiempo… un laberinto infatigable, un caos, un sueño. A esta casi perfecta disgregación llegó David Hume. (OI, 240). 
Obsérvese que el efecto de disgregación no se provoca con argumentos separativos. El Idealismo es, en muchos aspectos decisivos, una Filosofía Conjuntiva, que exalta la interdependencia, la reciprocidad, lo no separable. El argumento más fuerte de Berkeley, “no puedo pensar un objeto como no pensado por una mente: la mía, la de otro sujeto, o la del Espíritu Eterno”, se funda en la imposibilidad de separar el Objeto de su Representación. Esse est percipi, inseparablemente, conjuntivamente. De manera análoga Hume no permite que el Yo exista fuera de la multitud de percepciones, que se suceden unas a otras con increíble rapidez. Hemos pues individuado un carácter esencial del pensamiento idealista: la inseparabilidad del todo respecto de las partes, que no se limita a significar que las partes lo agotan (negación de un subjectum).

Del vertiginoso Laberinto de Zenón hemos pasado al tranquilo jardín de Epicuro: efectivamente, en el procedimiento de Borges no se puede no reconocer una de las Argumentaciones decisivas con las que Epicuro creía poder llevar tranquilidad al ánimo de los hombres: “la muerte no nos concierne”, porque cuando existimos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte, nosotros no existimos.

En efecto, de esta Tesis se pueden derivar dos visiones: una disolución completa (no existe el todo, ergo tampoco existen las partes; o viceversa), o bien la disolución del todo en nombre de la autonomía de las partes. La primera es la posición de Sexto Empírico, la segunda es la de Borges, en cuanto seguidor de Hume. Algunos, como dice Borges, “niegan las partes para luego negar el todo; yo rechazo el todo para exaltar cada una de las partes” (OI, 255). Hemos abordado así otra Paradoja: al escoger la vía (Idealista) de la conjunción absoluta, se llega a la disyunción absoluta. El cambio es vertiginoso, y puede inducir a recorrer de nuevo todas las Fases de la Argumentación, y a controlarlas; pero no se hallará en ellas ningún error. Esta es la visión que nos propone Borges, por medio de Schopenhauer: “cada estado que vivimos es absoluto”… Cada instante es autónomo (OI, 242). 

El Tiempo Metonímico deroga la Sucesión y hasta la contemporaneidad. Y si es inútil obstinarse contra el pasado –pero éste es un argumento no borgiano, compatible con la visión tradicional del tiempo–, igualmente vanos “parecen la esperanza y el miedo, que siempre se refieren a hechos futuros; es decir, a hechos que no nos ocurrirán a nosotros, que somos el minucioso presente” (OI, 242). Confesémoslo, estamos algo desconcertados. Nos encontramos frente a una disgregación que no parece derivar de la aplicación de la Técnica de Zenón: no es la división infinita, sino la separación absoluta quien ha generado “este inestable mundo mental”, infinitamente saturado de presente. Del vertiginoso Laberinto de Zenón hemos pasado al tranquilo jardín de Epicuro: efectivamente, en el Procedimiento de Borges no se puede no reconocer una de las argumentaciones decisivas con las que Epicuro creía poder llevar tranquilidad al ánimo de los hombres: “la muerte no nos concierne”, porque cuando existimos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte, nosotros no existimos [30]. Argumentación muy apreciada por Schopenhauer [31]. de quien Borges recoge, yendo ya hacia la conclusión, este pasaje: 
“La forma de la aparición de la voluntad es sólo el Presente, no el Pasado ni el Porvenir… Nadie ha vivido en el Pasado, nadie vivirá en el Futuro: el Presente es la forma de toda vida, es una posesión que ningún mal puede arrebatarle” (OI, 255) [32].



6. EL TIEMPO DIVIDIDO

La seducción del jardín de Epicuro: en él el Tiempo y la Muerte se desvanecen, porque en él, salvo en el momento en que moriremos, somos Inmortales. También aquí los Senderos Se Bifurcan, disgregándose en una infinidad de instantes absolutos, autónomos, impenetrables. En este Jardín somos Inmortales, instante tras instante –no, esta expresión es contradictoria–, somos Inmortales en cada instante. Un día deberemos morir, pero aquel día, en aquel momento, nosotros no existiremos.

La argumentación es perfecta, pero muy ilusoria; por mucho que desee adherirse a su forma lógica, nuestra mente no puede alejar el temor –que se convierte inexorablemente en una certeza– de haber ideado uno de aquellos “consuelos secretos” (OI, 256) que podemos compartir con algunos personajes de Borges, hasta el punto de identificarnos con su privilegio: criaturas de papel, seres de escritura, les vemos moverse dentro de mundos construidos por paradojas lógicas con una agilidad que a nosotros se nos niega, porque nosotros, desgraciadamente, somos reales. Pero el límite de estas argumentaciones, el límite de lo lógicamente Posible –vale la pena repetirlo una vez más– no es la realidad. La realidad misma es una clase de Lógica.

La realidad es separativa. Está gobernada por el principium individuationis, como ha dicho 
Schopenhauer. A pesar de que la microfísica nos muestre paradojas que una ontología de lo real debería tener en cuenta, nuestra realidad inexorable, cotidiana, consiste en un mundo y un tiempo separativos, en los cuales, diría el autor de la Nueva refutación: 
Yo soy Borges y sigo siéndolo.
En lo separativo no hay sitio para las Paradojas, que son figuras conjuntivas. Si la eficacia de los argumentos del idealismo tiene una duración reducida, ello depende de un límite de naturaleza Lógica: la Lógica de los idealistas es solamente un tipo de Lógica, y su fuerza se muestra irresistible solamente en el horizonte del pensamiento que define. Sobre este límite, sobre este borde que ciñe misteriosamente un estilo de pensamiento, se detiene y naufraga toda tentativa de refutación.

Y con todo, la tentativa de refutar el Tiempo no es arbitraria o presuntuosa: nace de la 
necesidad, del pluralismo de los estilos al que no podemos escapar y en el cual solo raramente somos capaces de reconocer nuestra identidad y nuestros conflictos. Por ello la Nueva refutación del tiempo no es simplemente una contradictio in adjecto, y puede desarrollarse más allá de las páginas que forman la Nota preliminar. Más allá de estas páginas, y superando la oposición entre posible y real, Borges crea el espacio de un análisis: pertenecemos al tiempo de la realidad separativa, en el cual somos individuos, pero ¿No pertenecemos tal vez, al mismo tiempo, a una “realidad” confusiva, a un Tiempo Confusivo? ¿Hasta qué punto podemos pertenecerle? ¿Hasta qué punto lo Confusivo nos pertenece? ¿Hasta qué punto puede llevarse la Exploración de un Tiempo dividido en este Espacio Lógico? Son las preguntas que inspiran a Borges.

En el idealismo de Berkeley y de Hume falta la conciencia del estilo argumentativo: en estos Autores la Lógica Conjuntiva no sabe convertirse en Dialéctica, como sucederá en Fichte y en Hegel.

Pero aun la dialéctica hegeliana, que más bien se apoya en la oposición entre el Intelecto {Verstand} separativo y la Razón {Vernunft} conjuntiva, no alcanza una diferenciación adecuada de esas posibilidades necesarias que son los estilos del pensamiento.

Por ello la empresa –imposible y contradictoria– de refutar el Tiempo debía ser y deberá ser intentada. Nuevamente.Se deberán llevar a cabo otras tentativas, indagando y experimentando el pluralismo lógico.

Rápidamente, algunas observaciones más:

a) El lector podría juzgar oscuro la relación entre exceso de conjunciones y exceso de
disyunciones. ¿En qué modo el tiempo confusivo de Borges se disgrega en los instantes absolutos que ya no forman una serie? Pues bien, hay que comprender la diferencia entre lo separativo y la separación absoluta: en la separación absoluta se desvanece aquel Principio de Individualidad que gobierna lo separativo, y que permite que las diversas partes se conecten. Para poder discurrir, para poder asumir su forma lineal, el tiempo necesita articularse en microsegmentos contiguos y sucesivos. Es decir: sin separación entre los elementos que lo componen (y cuya identidad puede definirse mediante una convención), el Tiempo no puede discurrir. Se detiene, se bloquea en su desarrollo mismo, entra en putrefacción, como ocurre en el Valdemar de Poe. O bien se disgrega, renunciando a la “voluntad” de asumir una forma lineal. Pero ¿Qué es lo que –o mejor, qué tipo de Lógica es lo que– convierte en “pensable” la disgregación del tiempo? La Lógica Confusiva, ya que aquí la conjunción y la disyunción coinciden. Las fronteras entre los segmentos temporales se desvanecen, el Tiempo se hace uno. Lo múltiple se excluye, podríamos decir, usando un término de Lacan: es abolido, expulsado, no simbolizado. Pero lo que ha sido excluido regresa, como Multiplicidad Absoluta, es decir liberada y disgregada. Excluyendo lo múltiple, el Uno se priva del poder de reunirlo y someterlo.

b) El régimen Confusivo es el régimen Paradójico y Laberíntico por excelencia. Si Existiese, o si se manifestase, al margen de las implicaciones con los otros regímenes, no sería describible, y su presencia tendría un carácter enteramente nouménico. Son las implicaciones con los Regímenes lo que hace que sea visible.

Algunos rasgos generales son fácilmente individualizables: lo Confusivo es sin duda la
Dimensión de la Simetría y de los Dobles, de los Reflejos Especulares, en resumen de la duplicidad como Duplicación, pero también de la duplicidad como escisión interminable, división que retrocede al infinito. Otras distinciones son más sutiles; pero la diferencia entre la Paradoja de Zenón y la de Epicuro, la diferencia entre un crecimiento vertiginoso, que no puede no ofrecer un carácter numérico, y la separación absoluta, donde el aspecto numérico no es relevante, sigue siendo decisiva;

c) A diferencia de lo que aseguran algunos filósofos, entre los cuales está Josiah Royce, el Tiempo no está hecho solamente de Tiempo (cfr. OI, 245); su estatuto ontológico está determinado por las implicaciones con el Lenguaje, los Regímenes del Sentido, las Modalidades. [33] Las escisiones modales, que podemos analizar en el Lenguaje, vuelven comprensible la idea de una temporalidad dividida, que no siempre, ni inevitablemente, elimina la sucesión –tan difícil de pensar como distinta del Tiempo (OI, 248)–, pero que reajusta su importancia y rebaja su rango. Que exista un Tiempo Laberíntico, del que la Literatura sabe dar interpretaciones admirables, es un motivo más que suficiente para no creer en la Unidad del Tiempo, en su continuidad y sucesión, y para volver a recorrer los caminos de la Refutación.







Arte: Rob Scharein
Diseño & Diagramación: Pachakamakin



CITAS:

[25] “…en una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?” (Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, cit., p. 109). 
[26] Tesis que conlleva fácilmente su contrario: si nada es verdadero, entonces es también falsa la aseveración de que nada es verdadero. 
[27] F. Nietzsche, Also sprach Zarathustra, 1883-1885, El canto del noctámbulo, 10. 
[28] El tiempo, fácilmente refutable en el plano sensitivo, no lo es igualmente en el Intelectual, de cuya esencia parece inseparable el concepto de sucesión. (OI, 247). 
[29] "Dejo esta contradictio in adjecto," dice Borges, “para que su ligerísima burla pruebe que no exagero la importancia de estos juegos verbales” (OI, 236). 
[30] Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, X, 27. 
[31] A. Schopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, 1819, Libro IV, cap. 41. 
[32] Ibíd., libro I, cap. 54. 

[33] Borges pone parcialmente de relieve estas implicaciones cuando escribe: “Por lo demás, tan saturado y 
animado de tiempo está nuestro lenguaje...” (OI, 236).



1.21.2013

LA ATRACCION DEL VACIO: LA RE-FLEXION DE GEORGES BATAILLE

Por Christopher Gibrán Larrauri Olguín
Sus Artículos en ADN Omni
E-Mail: larrauriol@yahoo.com.mx




El inacabamiento, la herida, el dolor
necesario para la comunicación.
El acabamiento es su contrario. [1]
El erotismo abre a la muerte. La muerte
lleva a negar la duración individual. [2]

Para el Psicoanálisis, la obra del pensador francés Georges Bataille (1897-1962) no sólo indica la posibilidad de retomar algunas nociones interesantes a propósito de la subjetividad, o la ocasión para ratificar algunos de sus fundamentos teóricos, sino que indica la existencia de un pensamiento -muchas veces incomprendido en su esencia- que se dedicó enteramente a dar testimonio de una idea neurálgica de la cual emana gran parte de la experiencia psicoanalítica, a saber, la vida humana como posible sólo en base a la presencia de un vacío de saber, y la atadura de los sujetos a ese punto a-histórico denominado la Cosa, lugar del goce total.


En otros términos, en muy pocas obras de la literatura se encuentra plasmada tan frontalmente la división del sujeto, su dolor concomitante y la estrecha relación que ambos fenómenos guardan con el deseo y la pulsión, como en la obra de Georges Bataille, de allí su especial importancia para todo aquél que la encuentra en su formación como psicoanalista, o de manera más general, para quien la halla en su afán por responder a las preguntas más incesantes que habitan en su corazón siempre a partir de una imperiosa disquisición referente al mundo parlante.

Dicha afinidad entre Bataille y el Psicoanálisis freudo-lacaniano no es del todo casual, pues se sabe del acercamiento de Bataille a la obra de Freud y de su análisis con Adrien Borel en los años veinte, y sobre todo, se conoce que Bataille mantenía una cercanía notable con Jacques Lacan, al lado de quien asistió a los Seminarios de Alexander Kojève en torno a Hegel, y quien además contribuyó a la confección de su célebre libro El erotismo; por otro lado, en los años treinta el mismo Lacan se casaría con la actriz Sylvia Bataille, quien evidentemente antes había sido esposa del mismo Georges Bataille.

Sin embargo, más allá de las concordancias históricas con carácter de anécdota entre Bataille y el Psicoanálisis, insisto en poner énfasis en otra concordancia, ésta más bien de tipo existencial, que ya he introducido y a propósito de la cual el presente artículo versará; nexo que se traduce en una apreciación de la vida humana como la única desgarrada por el anhelo de consistencia, bordeada por la noción de ausencia que el orden simbólico imprime, noción de la que tanto Bataille como el Psicoanálisis beben, al extremo de apreciar algunos de los temas más apremiantes del quehacer humano como lo son la Ciencia, la Filosofía, el Erotismo y el Arte (en especial la Poesía), en base precisamente a ese agujero que constituye la respuesta a la pregunta por lo fundamental del hombre y su entorno que, Bataille, en algún momento, y Lacan, de manera constante, han denominado lo real.




BATAILLE Y EL BINOMIO CIENCIA-FILOSOFIA

A Bataille se le reconoce en los círculos de lectores ante todo como filósofo y/o como escritor ejemplar de lo erótico más que como un artista trascendental que se aventuró en lo ominoso de la totalidad de la existencia. Al mismo tiempo, se afirma –con derecho- que Bataille era un hombre muy interesado en las llamadas “ciencias humanas”, en especial en la Antropología y la Sociología –baste con recordar la influencia de Callois en su pensamiento- a las cuales recurrió sobre todo durante su trabajo como bibliotecario. Empero, lo que no se reconoce ni se menciona con igual énfasis es que ambas inclinaciones por la Filosofía y la Ciencia, ciertamente presentes en Bataille, desembocan en una oposición a la pretensión a la que ambos saberes están orientados, soslayando en ese movimiento tal vez lo más trascendente de la obra de Bataille.

Si bien existen diferencias de peso entre la actividad de la ciencia, la cual basa sus expectativas en demostrar “objetivamente” sus hallazgos a través de la forclusión de la verdad, y la Filosofía que, por su parte, no puede más que optar por proposiciones que sólo se pueden sustentar subjetivamente y que intentan rellenar el hoyo producido por el Significante, ambas disciplinas se intersectan en el punto de intentar ante todo establecer una Cosmovisión del Universo; siempre con la intención de llegar a aprehender la totalidad, o sea, la armonía del hombre, es que ambas posturas se lanzan a la cogitación.

Es decir, el objetivo máximo de Ciencia y Filosofía no es otro que el de apropiarse de lo real mediante el Símbolo, poder decir la última palabra o producir el cálculo final que significarían el cese de la falta de concordancia del hombre consigo mismo y con su mundo, por lo tanto, su objetivo es lo imposible por excelencia, tal y como lo afirma Bataille, pues lo imposible se emparienta con lo Real y lo Real es el saldo de la entrada del cuerpo a la Cultura, es lo inefable a secas, la expulsión del reino de la omnipotencia, de ese punto no marcado por la historia y que constituye su mítico inicio.

He aquí, a mi entender, el precepto más importante en el que Bataille se apoya en su aproximación a la Ciencia y a la Filosofía: a partir de la extracción de sustancia que el Lenguaje ejerce sobre el organismo humano y que se materializa en una falta estructural, -condición necesaria para formar parte de la sociedad-, la imposibilidad de un Otro con el significante que dé consistencia definiendo al Sujeto. Como lo menciona Safouan: 

“Se puede decir que el Significante es el significante de la castración. Si tenemos el nombre, no tenemos la cosa.”. [3] 
En otras palabras: 
“El yo que aparece en el enunciado designa a aquel quien efectúa el acto de enunciar; hasta aquí es lo que dicen todos los lingüistas, pero eso que callan, helo aquí: ese yo designa el Sujeto de la enunciación, pero no lo significa”. [4]
Es decir, la función primordial del Lenguaje es la castración, entiéndase la fundación del Orden Simbólico en el devenir del cuerpo para así humanizarlo. Esto produce una pérdida de satisfacción (goce) como pago por el derecho de formar parte de la civilización, representa el peso de las leyes del significante sobre el ser del hombre, representa, en fin, la constancia de un “algo” no presente. 
“La pérdida de goce es el resto irreductible de la operación simbólica de advenimiento del sujeto en el campo del lenguaje y la cultura, en el lugar del Otro. La operación del lenguaje deja caer un resto de goce porque la hegemonía del orden simbólico que el padre tiene como función asegurar no es absoluta. Este resto, elemento extraño a la naturaleza misma de lo simbólico, constituye a la vez el núcleo de su estructura: es el punto real, refractario a toda captura significante, el ombligo en torno del cual la palabra entreteje sus redes”. [5]
Siendo el Lenguaje un invento del hombre, sin duda el más trascendente, se encuentra incapacitado para definir a su inventor, es una cuestión de lógica radical. Esto es la castración, el interdicto de completud que rige a la Cultura y que ésta instaura en sus miembros con su edificio simbólico, de aquí la imposibilidad de poder dar una explicación final sobre lo que representa el cese de lo que Bataille llama la “discontinuidad” del hombre.

Se colige entonces la impostura tanto de la Ciencia como de la Filosofía, que como he dicho, pretenden decirlo Todo en torno al hombre mediante la utilización del lenguaje, impostura que el mismo Bataille denuncia así: 

“La máxima inteligencia es en el fondo la mejor engañada: pensar que se aprehende la verdad cuando sólo se huye de ella, y vanamente, es la evidente necedad de todos. Nadie tiene verdaderamente lo que se piensa: algo de más” [6].
Nadie tiene el significado de la vida que pudiera orientarla a la estabilidad, que pudiera orientarla a una aprehensión del goce del cual todo hablante es carente precisamente por ser hablante, pues, como se ha mencionado, la palabra mata la Cosa y hace que ésta se convierta en “la emperatriz intangible de la vida anímica, objeto absoluto” [7] que, precisamente por ser intangible es que se vuelve lo imposible, un más allá del sentido que el mismo sentido postula instaurando la pérdida de sustancia en el cuerpo humano, la razón por la cual “de ordinario subsiste una intención oculta de felicidad inaccesible”. [8]

A partir de este razonamiento es que yo dudo en llamar a Bataille “filósofo”, en todo caso, habría que llamarlo denunciante de la imposibilidad de una filosofía absoluta, como él mismo lo dijera: 

“La Filosofía no sale de sí misma, no puede salir del Lenguaje. Utiliza el Lenguaje de tal modo que jamás le sucede al silencio. De modo que el momento supremo excede necesariamente a la interrogación filosófica. La excede al menos en la medida en la que la Filosofía pretende responder a su propia pregunta. Así es como debemos situar la dificultad”. [9]
En este mismo sentido, Bataille puede ser apreciado como contestatario del sueño de la Ciencia que, en última instancia, consiste en la forclusión de la subjetividad al pretender pasar por alto la falta inherente al uso del Lenguaje que siempre abre un más allá del logos.
“Si la Ciencia discierne lo posible: debe discernirlo exactamente. Se calla en el instante en que la reflexión se pierde en lo imposible. La Ciencia enfrenta a la muerte, pero si habla de ella se refiere a sus consecuencias reales”. [10] 
En otras palabras, la Ciencia niega que de la muerte nada sabemos y que por eso mismo es indomable. En efecto, aquello que tanto Ciencia como Filosofía pretenden domar o al menos captar, es el origen y el fin de la vida.

La muerte es de esta forma sinónimo de goce, pues viene a poner término al deseo y apaciguamiento a la pulsión, a esa instancia que incita a los hombres a la recuperación de la Cosa tachada por la Ley. 

“Hay en la naturaleza, y subsiste en el hombre, un impulso que siempre excede los límites y que sólo en parte puede ser reducido. Por regla general, no podemos dar cuenta de ese impulso”. [11]
Tenemos que ese Vacío que se alberga en la subjetividad es vacío de goce, ausencia de continuidad que en el fondo es la razón que incita a los sujetos a un más allá de la realidad. La castración deja un resto de “animalidad” que se materializa en lo pulsional, en esa fuerza violenta cuya máxima sería el regreso a lo inorgánico, al núcleo originario que posibilita la historización, el grado primario de ésta última.

El goce es, de esta forma, aquella sustancia generadora de un arredramiento y de un ímpetu simultáneo en el discurso humano, es decir, el deseo humano está motivado a su consumación pero esa consumación representaría el cese de la vida misma conforme al lazo social. 

“En el plano definido por lo que vengo desarrollando, la continuidad divina está vinculada a la transgresión de la ley que funda el orden de los seres discontinuos. Los seres discontinuos que son los hombres se esfuerzan en perseverar en la discontinuidad. Pero la muerte, al menos la contemplación de la muerte, los devuelve a la experiencia de la continuidad”. [12]
La nada entendida no como la ausencia sino como la presencia abrumadora de la satisfacción es el objeto máximo de la pulsión, la generadora de violencia, y es del corte del fallecimiento del sentido, esa es la Verdad, y por ser fuera del sentido, es inalcanzable a través de los mecanismos de Lo Simbólico, lo que Filosofía y Ciencia niegan férreamente. Bataille y el Psicoanálisis optan por el camino inverso, por el reconocimiento de una nada de la que brota el sentido y a la cual éste último está encaminado sin augurio deseable de alcanzarlo:
“Finalmente, la pregunta se plantea de nuevo: -el miedo. . .; sí, el miedo, al cual sólo alcanza lo ilimitado del pensamiento. . .; el miedo, sí; pero ¿El miedo de qué?... La respuesta llena el universo, llena el universo en mí: -...evidentemente, el miedo de NADA …”. [13]
La Teoría Psicoanalítica reconoce pues que es precisamente esa NADA la que moviliza la existencia del deseo humano y la energía vital de la pulsión sin la que “nada” de lo existente en la Cultura sería posible, debido a que, si el hombre no fuese subsidiario de la falta creada por el Lenguaje, la Civilización simplemente nunca hubiera sido pues su néctar se encuentra en el Símbolo, en el establecimiento de la prohibición del goce.

Este es el dolor de existir incurable de la humanidad: estar del lado de la ex-sistencia y no del de la omnipotencia. En su insatisfacción es que radica el sufrimiento humano, pero también ahí se genera la semilla de su creación, el material para la construcción, para la sublimación que no es otra cosa que “la elevación de un objeto a la dignidad de la Cosa”. [14]

El deseo oculto de la Ciencia y el de la Filosofía es el de determinar cuantitativamente y cualitativamente al Sujeto, es decir, pretenden acabar con el dolor que brota de la falta perenne de Sentido olvidando que mientras se hable, eso será como dice Bataille, lo imposible, y desconociendo que el día que lo sea, ya no se hablará más de lo humano sino de lo mecánico, ya que: 

“Pensar un mundo en el que una organización artificial garantizase la prolongación de la vida, es algo de pesadilla. No podemos entrever nada que vaya más allá de un ligero aplazamiento”. [15] 
Sí, llegar a un estado de sapiencia absoluta sería el triunfo total de la muerte sobre la vida y no viceversa como en un principio se pretendería.

En síntesis, para Bataille, ambos quehaceres, científico y filosófico, se establecen como paradigmas destinados a la última palabra a lo que constituye el universo por lo que están destinados al fracaso, pues se desinflan en cuanto se topan con el marco de incomprensión que yace en las profundidades del psiquismo humano, en cuanto se topan con la pulsión que es “Inadaptable y resistente a todo influjo simbólico”. [16] 

“De esta manera veo cómo traiciona la reflexión filosófica: no puede responder a lo que de ella se espera puesto que sólo tiene un objeto definido –que se define de otro definido de antemano- y puesto que se opone al objeto del deseo, sólo puede ser indiferente”. [17] 
Y en cuanto a la Ciencia, ésta se aferra a desconocer que “La máquina humana es capaz de incoherencias”. [18] Incoherencias emanadas de la falta de objeto que colme a la pulsión y de un deseo que es primordial y llanamente deseo de deseo.

Otra temática predilecta por Bataille para puntuar el afán de regreso a la continuidad a la que se orienta la pulsión humana es el erotismo, tópico cumbre de la cogitación del galo.




BATAILLE Y EL EROTISMO

Es a través de la prohibición del goce por parte de la Ley Simbólica que hace de la carne humana, cuerpo humano, que Bataille desarrolla su concepción del erotismo, el cual se sirve de la transgresión de ese interdicto para tomar su valor específico.

Hemos visto que la Ley (el Lenguaje) tiene como premisa la constitución de subjetividades encaminadas al deseo, en esta vertiente, es que el erotismo se nos presenta como una posibilidad de gozar sólo en base al rompimiento de lo que la cultura prohíbe. Bataille escribe: 

“Lo que está en juego en el erotismo es siempre una disolución de las formas constituidas. Repito: una disolución de esas formas de vida social, regular, que fundamentan el orden discontinuo de las individualidades que somos”. [19]
De acuerdo a Bataille, y hay que decirlo, de acuerdo a Freud, la humanidad se constituyó como tal gracias a un abandono de su animalidad avasallante mediante el edicto de leyes en pro del trabajo, lo cual implicaba una prohibición de eso que rompe con el lazo social por situarse del lado de la individualidad, es decir, el goce. No obstante, esa prohibición nunca ha sido del todo eficaz pues su instauración, deja un resto, lo real como indicativo de una carencia que anima a los sujetos a la continuidad que es así la razón de ser de la Pulsión de Muerte. Siendo el cuerpo sobre lo que fundamentalmente recae la prohibición, la carne como tal y sus recovecos se convierten en espacio de especial predilección para la búsqueda del acabamiento, el espacio para el relleno bordeado de un anuncio de goce que se visualiza como la recuperación de la mítica satisfacción. 
“Somos seres discontinuos, individuos que mueren aisladamente en una aventura ininteligible; pero nos queda la nostalgia de la continuidad perdida”. [20] 
Continuidad que se emparenta de lleno con la muerte siendo ésta el cese de la división subjetiva, el regreso al Uno, intención incansable de acabar con la distancia que impone el lenguaje con la indiferencia, es, repito yo a mi vez, goce. 
“El goce se sitúa allí donde la palabra tropieza, falla, falta. Es el momento en que la palabra se confronta con lo inarticulable. Su proximidad supone el peligro de ruptura de toda referencia simbólica, confina con el horror. De ahí su lazo esencial con la Pulsión de Muerte introducida por Freud”. [21]
La Pulsión de Muerte se nos presenta entonces como esa fuerza que el mismo Freud calificara de “indomeñable” que atenta siempre contra el interdicto de goce, es lo resultante de la violación del orden natural o del asesinato del Padre, y muestra así, que el fundamento de la sociedad reposa precisamente en la violencia que el Símbolo impone a lo natural con la intención de preservar a los sujetos alejados de la experiencia de muerte, es decir, la violencia del sexo es sólo posibilitada por la violencia que la prohíbe. La contra creada por las intenciones siempre renovadas por impedir llevar el cuerpo de nuevo al estado de la carne sin tachar por el Significante, eso es la pasión de la pulsión.

Ese afán de restituir la pérdida indudablemente se correlaciona con lo que el Psicoanálisis llama el superyó, esa instancia del aparato psíquico cuyo mandamiento extremo es el goce. El superyó tiene más como función el seguimiento de la Ley del Goce que el de las leyes que lo prohíben, es por esta razón que Lacan menciona que el superyó es una voz feroz ya que incita a lo imposible, a borrar la falta que el Otro impone.

En este sentido, es que se entiende la afinidad de Bataille por la obra del Marqués de Sade en la que impera una apatía o desensibilización por los sufrimientos de las subjetividades que participan de la sevicia. En la obra de Sade, Bataille encuentra esa voluntad por la búsqueda de goce de la que en el fondo todo sujeto es propenso a ser partícipe, para demostrar que la violencia siempre está presente como antesala y estancia del goce, una violencia que atenta contra la estabilidad y la empatía del hombre en sociedad. 

“La violencia entraña esta negación descabellada, que pone fin a toda posibilidad de discurso”. [22]
Esa constatación de la transgresión a partir de lo vedado evidentemente la encontramos en las novelas de Bataille. Esa figura obscena y feroz que encarna el rencuentro con la Cosa, Bataille la retrata en el personaje central de Mi madre- plasmado por Isabelle Huppert bajo la dirección de Christophe Honoré de manera magistral y terrorífica en Ma mère (2004)-, esa madre que se ofrece sexualmente al hijo quien transcurre la mayor parte del tiempo angustiado ante la posibilidad real de lo real para finalmente encontrarlo –y a sus locas consecuencias-; y la retrata en la persona de Madame Edwarda a quien con acierto Bataille le da dotes de Dios, pues si Dios se define como el Todo pudiente, el goce por su parte se define como éxtasis, como lo que nos lleva a un estado de eternidad, ese estado ante el cual Madame Edwarda desfallece.

En Historia del ojo, para muchos la obra maestra del erotismo, también encontramos esa violencia proveniente del superyó encaminada a la muerte que desborda a los personajes a un desgaste de energías que ´se roza con el horror de ver satisfecha la pulsión.

En suma, encontramos en esas novelas de Bataille el extremo al que el hombre es capaz al volverse reo incondicional de la orden de goce. Lo importante de esta idea es la ratificación del hombre como nunca totalmente adaptado a la paz que ordena Lo Simbólico, así como el des-cubrimiento de afán utópico que es capaz de movilizar radicalmente a los sujetos, siendo ese afán creer que se puede gozar y a la vez mantener el deseo.

Sin lugar a dudas, la violencia que se inscribe en la voluntad de ir más allá de lo constituido en los confines con el horror, se inscribe de lleno con el proyecto de la estructura perversa, el cual es: 

“Eliminar la radical incompatibilidad entre el goce, ‘interdicto a quien habla como tal’, y el cuerpo, que puede definirse como incorporación de Lo Simbólico”. [23] 
Con lo cual no quiero decir que Bataille era perverso ni que no lo era, simplemente recalco el hecho de que en la actividad erótica lo que se busca es un más allá del placer en los confines con el horror que supone el desvanecimiento de la subjetividad, nación del goce, Bien Supremo o de acuerdo a Bataille: exceso.

Por otro lado, cabe señalar que el sujeto recula ante la falta de a falta (exceso), demasiada satisfacción supondría la salida del circuito discursivo, es por esta razón que el mismo Bataille se refiere constantemente a la angustia producida por el quebrantamiento de los límites. En este sentido, descubrimos en su obra no sólo la constatación de una dimensión humana que atenta contra la estabilidad sino el simultáneo rechazo a su consumación absoluta, o sea, descubrimos en Bataille la división del sujeto de la que el psicoanálisis puede decirse descubridor y que uno de sus representantes así expresa: 

“La tragedia de la condición humana radica tal vez en el hecho de que por una parte estamos condenados a la repetición, dado que el deseo sólo es deseo al quedar suspendido de un objeto intrínsecamente perdido, mientras que por otra se nos exige romper esa repetición, vale decir, reconocer que el objeto perdido no es una ilusión”. [24] 
El goce o el deseo, los dos no, ya que no son compatibles, se repelen… en medio está el sujeto.

Ante esa tragedia (La Tragedia) no sólo se posibilita la irrupción violenta destinada a la detonación del orden legal con tintes de barbarismo y la no menos usual parálisis pulsional, existe una posibilidad de metabolizarla evitando caer en extremismos, esa posibilidad es la de la creación. En el terreno artístico es que se puede entretener una opción de estilizar esa hiancia florecida en el centro de la subjetividad y darle un estatuto sublime, pues, en la creación artística si bien se evoca la inexistencia de la relación sexual, el radical sin-sentido de la vida y se ejerce la ruptura de los ideales que oprimen la Verdad, es decir, si bien en el Arte también existe la violencia, a su vez es capaz de aportar un producto que hace más soportable la convivencia. A ese terreno artístico Bataille hace también notable referencia, en particular al de la poesía, en el que encontramos una vez más la alusión a lo imposible.




BATAILLE Y LA POESIA

Como es de esperarse, la noción de Poesía de Bataille no se cuenta en aquellas corrientes que la definen como equivalente de belleza cursi y como posibilidad de endurecer un narcisismo muchas veces necesario para encubrir el dolor. Bataille señala que en la poesía germina de lleno la improbable posibilidad de arribar a un estado de Sentido, para señalar que lo que determina a la poesía, y obviamente, a todo acto creador que toma dotes de obra transcultural, es que precisamente se dedica a dar paso al silencio como meta, a con-mover al espectador-lector, puntuando el núcleo inefable del ser-en-el-mundo del homo sapiens en oposición a toda bonhomía y cordialidad que “calme”.

“La poesía que no se eleva al no-sentido de la Poesía no es más que el Vacío de la Poesía, es sólo una bella Poesía”. [25] 
Con lo que podemos colegir que para Bataille la Poesía además de ser bella debe de ser ominosa, con un alto grado de alusión a la herida. 
“La Poesía no es un conocimiento de sí mismo, aún menos la experiencia de un lejano posible (de lo que antes no era), sino la simple evocación, mediante las palabras, de posibilidades inaccesibles”. [26] 
Es, de nuevo, hacer lugar a lo imposible, siendo esto: 
“La muerte a la que en rigor el hombre está condenado”. [27]
El mismo Lacan señala que para interpretar es necesario servirse de la Poesía, pues su estructura apunta a un algo difícil de asumir, que no es más que el Vacío de Saber, el lugar del Goce Mítico y resignado. [28]

Amén del matiz fatalista de estas afirmaciones, se pecaría de pesimista sino se reconociese que es gracias a lo imposible que el mundo humano existe, que es a partir de la falta que la motivación por hacer se edifica. Como lo indica Bataille mismo: 

“Hablar de lo imposible es la única manera de describir lo posible pues el hombre posible debe enfrentar a lo imposible”. [29] 
Aventurarse en un decir en torno a lo real es la opción que el Psicoanálisis a su vez también postula como la única vía de acceder a una libertad posible, apartada de las pretensiones del amo en curso. 
“La Poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo: a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad: la Poesía es la eternidad”. [30]
Decido terminar aquí esta aventura por el pensamiento de alguien a quien considero un peculiar mentor, tan inmortal y vigente como consta en su obra, y le dejo la palabra: 




PONGO MI PITO…



Pongo mi pito en tu mejilla

la punta roza tu oreja
lame mis huevos lentamente
tu lengua es dulce como el agua
tu lengua está cruda como una carnicera
roja como pierna de cordero
su punta es un cucú que grita
mi pito solloza salvaje
tu trasero es mi diosa
se abre como tu boca
lo adoro como al cielo
lo venero como a un fuego
bebo en tu desgarramiento
extiendo tus piernas desnudas
las abro como a un libro
donde leo lo que me mata. [31]



CITAS:

[1] Georges Bataille: El culpable, Taurus, Madrid, 1986, p.39.
[2] Georges Bataille: El erotismo, Tusquets, México, 2005, p.29.
[3] Moustapha Safouan: De los fundamentos del psicoanálisis. Seminario en los Estados Unidos, Nueva Visión, Buenos Aires, 2004, p.18.
[4] Juan David Nasio: L’inconscient à venir, Christian Bourgeois, Paris, 1980, p.34 (Traducción mía).
[5] Daniel Gerber: El psicoanálisis en el malestar en la cultura, Lazos, Buenos Aires, 2005, p.48.

[6] Georges Bataille: Lo imposible, Ediciones Coyoacán, México, 2000, p. 83.
[7] Néstor Braunstein: Goce, Siglo XXI, México, 1999, p. 31.
[8] Georges Bataille: Lo imposible, op. cit., p.31.
[9] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.279.
[10] Georges Bataille: Lo imposible, op. cit., p.171.

[11] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.44.
[12] Ibíd., p.88.
[13] Georges Bataille: El culpable, op. cit., p.14.
[14] Jacques Lacan: L’éthique de la psychanalyse, Seuil, Paris, 1986, p.133.
[15] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.107.

[16] Daniel Gerber: El psicoanálisis en el malestar en la cultura, op. cit., p.41.
[17] Georges Bataille: Lo imposible, op. cit., pp. 46-47.
[18] Ibíd., p.176.
[19] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.23.
[20] Ibíd., p.19.

[21] Daniel Gerber: El psicoanálisis en el malestar en la cultura, op. cit., p.58.
[22] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.195.
[23] Daniel Gerber: La perversión y el goce de Dios, en Contexto en psicoanálisis 8, Lazos, Buenos Aires, 2004, p.47.
[24] Moustapha Safouan: De los fundamentos del psicoanálisis, op. cit., p.104.

[25] Georges Bataille: Lo imposible, op. cit., p.163.
[26] Ibíd., p.164.
[27] Ibíd., p.169.

[28] Ver Rosario Herrera: Poética de la interpretación En: http://www.cartapsi.org/revista/no4/herrera.htm.

[29] Georges Bataille: Lo imposible, op. cit., p.182.
[30] Georges Bataille: El erotismo, op. cit., p.30.
[31] Georges Bataille: Poèmes, El tucán de Virginia, México, 1995, p.23 (Edición bilingüe).




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