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12.11.2018

UN RECUERDO INFANTIL DE GÖETHE

Por Sigmund Freud
+Notas de Sigmund Freud en ADN Omni







ꞋCuando intentamos recordar lo que en nuestra primera infancia nos sucedió nos exponemos muchas veces a confundir lo que otras personas nos han dicho con lo que debemos realmente a nuestra experiencia y a nuestras observaciones personalesꞋ.
Göethe hace esta consideración en una de las primeras páginas de su Biografía, cuya redacción comenzó a los Sesenta años.

A la Frase copiada preceden tan sólo algunas noticias sobre su Nacimiento, acaecido 
el 28 de Agosto de 1749, a mediodía, en el momento mismo en que el reloj daba las DoceLa constelación de los Astros le era favorable y fue quizá la causa de su conservación, pues vino al mundo como muerto, y sólo con gran trabajo se consiguió que viera la luz.

A estas Observaciones sigue una breve descripción de la casa y de la habitación en que los niños -su hermana y él- gustaban más de estar. Pero luego sólo relata Göethe, realmente, un único suceso que puede ser situado en su 
primera infancia -¿Antes de los cuatro años?-, del cual parece haber conservado un recuerdo personal.

He aquí un relato del mismo:

También los niños hacían Conocimiento con los vecinos mediante estas galerías, y los tres hermanos Ochsenstein, hijos del difunto alcalde, que vivían enfrente, me tomaron mucho cariño y se ocupaban de mí y me embromaban de diversos modos.
Mis padres contaban toda clase de travesuras mías, que aquellos señores, por lo demás gente retraída y seria, me habían excitado a cometer. Contaré tan sólo una de ellas. Había habido mercado de cacharros, y no sólo se había provisto la cocina de estos utensilios para algún tiempo, sino que nos habían comprado a los niños, como juguetes, otros cacharros semejantes en miniatura.
Una hermosa tarde en que la casa estaba silenciosa y tranquila jugaba yo en la galería con mis platos y mis pucheros, y no sabiendo ya qué hacer con ellos, tiré uno a la calle, divirtiéndome mucho verlo estrellarse ruidosamente contra el suelo.
Los Ochsenstein, que observaron lo mucho que aquello me regocijaba hasta el punto de hacerme palmotear alegremente, me gritaron: ‘¡Más!’ Sin vacilar tiré en el acto un puchero, y como no dejaron de gritar: ‘¡Más!’, todos los platitos, las cazuelitas y los pucheritos fueron a estrellarse contra el suelo.
Mis vecinos continuaron testimoniándome su aprobación, y yo me sentía extremadamente gozoso de procurarles aquel placer. Pero mi provisión se agotó, y ellos siguieron gritando: ‘¡Más!’
Entonces corrí a la cocina y traje unos platos de loza, que ofrecieron, al romperse, un espectáculo más divertido aún; de este modo, yendo y viniendo, traje los platos, uno tras otro, según podía alcanzarlos sucesivamente del bazar, y como aquellos señores no se daban nunca por satisfechos, precipité en igual ruina toda la vajilla que pude ir cogiendo. Por fin llegó alguien, pero demasiado tarde para detener y prohibirme aquel juego.
El mal estaba hecho, y a costa de tantos cacharros rotos se tuvo, por lo menos, una historia divertida, que fue, sobre todo para los maliciosos instigadores, y hasta el fin de su vida, un gozoso recuerdo.
Pasajes como éste podían leerse en los tiempos preanalíticos sin sentirse uno impulsado a reflexionar sobre ellos.

Pero luego ha despertado la Conciencia analítica, y nos hemos formado sobre los recuerdos procedentes de la primera infancia determinadas opiniones, a las que gustamos de atribuir una validez general. No es indiferente ni insignificante qué detalle de la vida infantil se haya sustraído al olvido general de la infancia.

Mas bien hemos de sospechar que lo que se ha conservado en la Memoria es también lo más importante de aquel estadio de la vida, bien porque ya en su tiempo entrañara tal importancia, bien porque la haya adquirido después, bajo la influencia de sucesos posteriores.
De todos modos, el alto valor de tales recuerdos infantiles sólo en muy raros casos resultaba evidente. Por lo general, parecían indiferentes o incluso insignificantes, y en un principio se hacía incomprensible que precisamente ellos hubieran conseguido desafiar la acción de la amnesia.

Al mismo sujeto que los había conservado como patrimonio mnémico, a través de largos años, le era tan imposible valorarles acertadamente como al extraño a quien se los contaba.

Para reconocer su importancia fue precisa una cierta labor de interpretación que demostró cómo su contenido debía ser sustituido por otro o descubrió su relación con otros sucesos, innegablemente importantes, en lugar de los cuales habían emergido en calidad de recuerdos encubridores.
En toda Elaboración psicoanalítica de una Biografía se consigue aclarar de este modo la significación de los primeros recuerdos infantiles.
E incluso resulta, por lo regular, que precisamente aquel recuerdo que el analizado sitúa en primer término, el que primero relata, demuestra luego ser el más importante, aquel que encierra en sí la Llave de los compartimientos secretos de su vida anímica. 
Pero en el caso del pequeño suceso infantil relatado en Poesía y verdad nuestras esperanzas hallan escaso apoyo. Los medios y los caminos que en el Análisis de nuestros pacientes nos conducen a la interpretación nos son, en este otro, inaccesibles, y el suceso en sí no parece ser susceptible de una relación evidenciable con impresiones importantes de una época ulterior.

Una travesura, con daño del menaje casero, realizada bajo la influencia de otros, no es, desde luego, una viñeta adecuada a todo lo que Göethe puede relatarnos de su vida, tan rica en acontecimientos. 


No parece posible negar a este recuerdo infantil la mayor inocencia y la más absoluta falta de relación con sucesos posteriores y sería acaso aventurado extender a él las Tesis psicoanalíticas.

Habíamos, pues, desviado nuestro pensamiento de este pequeño problema cuando el azar trajo a nosotros un paciente en el que un recuerdo infantil análogo mostraba transparentes relaciones. 


Tratábase de un hombre de Veintisiete años, muy culto y muy inteligente, cuyo presente estaba acaparado por un conflicto con su madre, el cual extendía su acción a casi todos los intereses de la vida, y bajo cuyos efectos había sufrido gravemente el desarrollo de su capacidad de amor y de conducirse independientemente.

Este conflicto alcanzaba regresivamente hasta su infancia; puede decirse que hasta sus cuatro años. El sujeto había sido un niño muy débil, enfermizo siempre, y, sin embargo, sus recuerdos habían transfigurado aquella mala época en un paraíso, pues durante ella había poseído el cariño ilimitado e incompartido de su madre.

No había cumplido aún los cuatro años cuando le nació un hermano, que aún vive. Por reacción a este suceso perturbador se transformó en un niño obstinado e indómito, que provocaba constantemente la severidad de la madre. Y luego, entonces no volvió ya al buen camino.

Cuando acudió a mi consulta -impulsado principalmente por el hecho de que su madre, exageradamente religiosa, abominaba del Psicoanálisis-, los celos que su hermano hubo de inspirarle y que le habían llevado hasta atentar contra él cuando todavía era un niño de pecho estaban hace largo tiempo olvidados.

Ahora le trataba con grandes consideraciones; pero ciertos extraños actos casuales con los que había causado graves daños a Animales que le eran queridos, tales como su perro de caza o pájaros a los que cuidaba con esmero, debían interpretarse como ecos de aquellos impulsos hostiles contra su hermano.

Este paciente nos relató que en la época misma de su atentado contra el niño que despertaba sus odios había arrojado por la ventana de una casa de campo todas las piezas de vasija que había hallado a su alcance. 


Tratábase, pues, de una escena idéntica a la que Göethe narra en Poesía y verdad. Haremos constar que nuestro paciente no era de nacionalidad alemana ni había leído la Biografía de Göethe.

Esta comunicación señalaba la posibilidad de interpretar el recuerdo infantil de 
Göethe en el sentido que la historia de mi paciente imponía. Pero ¿Se daban acaso en la infancia del Poeta las condiciones necesarias para una tal Interpretación?

Desde luego, 
Göethe hace responsables de su travesura infantil a los señores de Ochsenstein. Pero su mismo Relato indica que tales señores no hicieron más que animarle a continuar su manejo.

La iniciación del mismo fue espontánea, y la motivación que alega -Ꞌ
y no sabiendo ya qué hacer con ellos -con los cacharros de juguete- puede considerarse como una confesión de que en la época en que redactaba sus Memorias no le era conocido motivo alguno eficiente de aquel acto.

Sabido es que Johann Wolfgang Göethe y su hermana Cornelia fueron los únicos supervivientes de toda una serie de hermanos. El doctor Hans Sachs ha tenido la amabilidad de procurarme los datos relativos a estos hermanos de 
Göethe, muertos en edad temprana.

Hermanos de 
Göethe:
a) Hermann Jakob, bautizado el Lunes 27 de Noviembre de 1752; alcanzó una edad de seis años y seis semanas, y fue enterrado el 18 de Enero de 1759.
b) Catharina Elisabeth, bautizada el Lunes 9 de Septiembre de 1754; enterrada el Jueves 22 de Diciembre de 1755 -un año y cuatro meses-.
c) Johanna María, bautizada el Martes 29 de Enero de 1757, y enterrada el 1 de Agosto de 1759 -dos años y cuatro meses-. Esta es la niña cuya belleza y agrado ensalza Göethe: en sus Memorias.
d) Georg Adolph, bautizado el Domingo 15 de Junio de 1760; enterrado el Miércoles 18 de Febrero de 1761 -ocho meses-.La hermana inmediatamente menor de Göethe, Cornelia Friederica Christiana, había nacido el día 7 de Diciembre de 1750, cuando Göethe tenía tan sólo quince meses. Tan pequeña diferencia de edad la excluye como objeto posible de celos.
Sabido es que los niños, cuando en ellos despiertan ya las pasiones, no desarrollan nunca reacciones intensas contra los hermanos que ya encuentran a su lado, sino que orientan su hostilidad contra los que luego nacen.
Además la escena cuya interpretación nos ocupa es incompatible con la tierna edad de Göethe al tiempo del nacimiento de Cornelia o poco después. Cuando nació su primer hermano, Hermann Jakob, Göethe tenía Tres años y Tres meses.

Aproximadamente dos años después, cuando tenía ya unos Cinco años, nació su segunda hermana. Ambas edades pueden ser tenidas en cuenta para datar la escena de los cacharros; quizá merezca la primera la preferencia, y también armonizaría mejor con el caso de mi paciente, que al nacer su hermano tenía unos Tres años y Nueve meses.

El hermano Hermann Jakob, hacia el cual queda orientada así nuestra tentativa de interpretación, no fue, además, en la nursery de los Göethe un huésped tan pasajero como los hermanos ulteriores. 

Y es de extrañar que su ilustre hermano no tenga para él en su Biografía ni una sola palabra de recuerdo. Pasó a los Seis años, y cuando murió, Göethe tenía ya cerca de Diez.

El doctor Ed Hitschmann, que ha tenido la bondad de poner a mi disposición sus Notas sobre la materia, opina lo siguiente: también el pequeño 
Göethe vio sin gran pena la muerte de un hermano suyo. Por lo menos, su madre, según nos transmite Bettina Brentano, contaba lo que sigue:
ꞋPareció extraño que a la muerte de su hermanito menor, Hermann Jakob, que era su compañero de juegos, no derramara ni una lágrima; más bien parecía molesto por las lamentaciones de sus padres y de sus hermanos, y cuando se le preguntó si es que no había querido a su hermano, corrió a su cuarto, sacó de debajo de la cama multitud de papeles en los que tenía escritos deberes escolares y pequeñas cuentas y dijo que había hecho todo aquello para enseñar a su hermanoꞋ.
Así, pues, al hermano mayor le había gustado jugar a ser el padre del menor y mostrarle su superioridad.
Podríamos, pues, formarnos la opinión de que el hecho de arrojar los cacharros por la ventana es un acto simbólico o, mejor dicho, mágico, mediante el cual el niño -Göethe, así como mi paciente- manifiesta vigorosamente su deseo de suprimir al intruso perturbador.
No tenemos por qué negar el placer del infantil sujeto ante la estrepitosa rotura de los cacharros; cuando un acto es ya de por sí placentero, el sujeto se siente impulsado a repetirlo al servicio de otras intenciones.

Pero no creemos que fuera el placer producido por el ruidoso estropicio el que pudiera asegurar a tales travesuras infantiles un lugar duradero en la memoria del adulto. La motivación de un tal acto es más complicada.

El niño que rompe unos cacharros sabe muy bien que hace algo malo, por lo cual le regañarán los mayores, y si este conocimiento no basta para retenerle, es que aspira a satisfacer un resentimiento contra sus padres; quiere mostrarse malo. Para satisfacer el placer de romper sería suficiente que el niño arrojara al suelo los objetos frágiles.
El hecho de precipitarlos fuera de casa, por la ventana, no tendría entonces explicación. Pero tal Ꞌfuera de casa parece constituir parte importantísima del acto mágico y provenir del sentido Oculto del mismo.

El nuevo niño ha de ser arrojado fuera de casa y, de ser posible, por la ventana, que es por donde ha venido. Todo el acto sería entonces equivalente a aquella reacción verbal de un niño al serle comunicado que la Cigüeña le había traído un hermanito:

ꞋEntonces que se lo vuelva a llevarꞋ.
Sin embargo, no se nos oculta cuán aventurado es -aparte ya de todas las inseguridades internas- fundar la Interpretación de un acto infantil en una única analogía. Por esta razón hemos retenido durante muchos años. sin publicarla, esta Interpretación de la pequeña escena de Poesía y verdad.

Pero un buen día acudió a mi Consulta un paciente, que inició su Análisis con las siguientes Frases:

ꞋSoy el mayor de ocho o nueve hermanos. Uno de mis primeros recuerdos es el de una noche en que mi padre, sentado en su cama, me contó, sonriendo, que me habían traído un hermanito.
Yo tenía por entonces tres años y nueve meses: tan grande es la diferencia de edad que me separa de mi hermano inmediatamente menor. Luego sé que poco tiempo después -¿O quizá fuera un año antes?- arrojé una vez a la calle, por la ventana, diversos objetos, cepillos -¿o fue sólo un cepillo?-, botas y otras cosas. Tengo todavía un recuerdo más temprano.
Cuando tenía dos años pernocté con mis padres en un hotel de Linz, en el curso de un viaje a Salzkammergut. Pasé la noche tan inquieto y grité tanto, que mi padre tuvo que pegarmeꞋ.
Esta declaración desvaneció todas mis dudas. Cuando el sujeto analizado comunica dos cosas en sucesión inmediata, como en un solo aliento, esta proximidad puede interpretarse como una conexión.

Fue, pues, como si el paciente hubiera dicho:

ꞋPorque supe que me habían traído un hermanito, arrojé poco tiempo después, a la calle, tales y cuales objetosꞋ.
El hecho de arrojar los cepillos, las botas, etc., se da como reacción al nacimiento del hermano. No es tampoco adversa la circunstancia de que, en este caso, los objetos arrojados no fueran cacharros, sino otros distintos, probablemente los que el niño encontró más a mano.
El hecho de Ꞌechar fuera -por la ventana, a la calle- demuestra así ser lo esencial del Acto, y el placer de romper y la clase de los objetos en los que la ejecución se lleva a caboꞋ aparecen como elementos inconstantes y secundarios.
Naturalmente, la Interpretación de la proximidad como conexión se extiende también al Tercer Recuerdo infantil de nuestro Paciente, el cual recuerdo, no obstante ser el más temprano, aparece evocado en el último lugar. 

Comprenderemos que el niño de Dos años se mostró tan inquieto porque no podía sufrir que su padre y su madre estuvieran acostados en la misma cama. En el curso de un viaje no había, quizá, medio hábil de evitar que el niño fuera testigo de tal comunidad. 

De los sentimientos que en aquella ocasión nacieron en el pequeño celoso le quedó cierta irritación contra la mujer, irritación que tuvo por consecuencia una duradera perturbación de su evolución erótica.

Cuando después de estas Dos Experiencias expresé a otros Analíticos mi esperanza de que los acontecimientos de este orden no fueran nada raros en la vida infantil, la doctora Hug-Hellmuth puso a mi disposición Dos Observaciones más, que reproduzco seguidamente:

I. Poco antes de los tres años y medio, el pequeño Erich adquirió Ꞌ
súbitamente la costumbre de tirar por la ventana todo lo que le agradaba. Pero lo hacía también con objetos que no tenía inmediatamente a mano ni debían importarle lo más mínimo.

Precisamente el día del cumpleaños de su padre -cuando el pequeño tenía tres años y cuatro meses y medio- tiró a la calle, por una ventana de la vivienda, situada en el tercer piso, un pesado rodillo de madera que cogió en la cocina y se llevó a su cuarto.

Días después siguieron igual camino la mano del mortero y un par de pesadas botas de campo de su padre, que tuvo que sacar de un cajón. Por entonces, la madre, que se hallaba en el séptimo o el octavo mes de embarazo, tuvo un aborto, después del cual el niño pareció Ꞌ
cambiado, mostrándose de nuevo bueno y cariñoso.

En el quinto o el sexto mes había dicho repetidamente a su madre: Ꞌ
Mamá, me voy a subir en tu barriga, o Mamá, te voy a hundir la barriga. Y poco antes del aborto, en octubre:
ꞋSi tengo que tener un hermanito, que sea por lo menos después del Niño JesúsꞋ.
II. Una joven casada, de diecinueve años, relata espontáneamente como su más temprano recuerdo infantil el siguiente:
ꞋMe veo sentada debajo de la mesa del comedor. Encima de la mesa está mi tazón de café -veo aún claramente los dibujos de porcelana-, el cual me disponía yo a arrojar por la ventana en el momento en que mi abuela entró en la habitación.
Aquella mañana no se había ocupado nadie de mí, y en la superficie de mi café con leche se había formado una capa de nata, cosa que me daba, y me da aún, mucho asco. Aquel mismo día nació mi hermano, dos años y medio menor que yo. Por eso nadie me hacía caso.
Me han contado que aquel día estuve insoportable; en el almuerzo tiré de la mesa el vaso favorito de mi padre; luego ensucié repetidamente mis vestidos, y desde la mañana hasta la noche hice gala de un malísimo humor. También una muñeca que tenía fue objeto de mis iras, quedando destrozadaꞋ.
Estos dos casos no precisan apenas de comentario alguno. Confirman, sin mayor esfuerzo analítico, que la irritación del niño ante la aparición, esperada o acaecida, de un competidor se manifiesta en el acto de arrojar objetos por la ventana, así como en otros actos de Ꞌmaldad o de manía destructora.

En la primera observación, los Ꞌ
objetos pesados simbolizan probablemente a la madre misma, contra la cual se dirige la cólera del niño, en tanto llega el nuevo hermanito.

El niño de tres años y medio se da cuenta del embarazo de la madre y no duda de que hospeda en el seno al hermanito. Recordemos el caso de Juanito y su miedo especial a los vehículos pesadamente cargados.

En la segunda observación es singular la temprana edad de la niña: dos años y medio.

Si ahora retornamos al recuerdo infantil de Göethe y situamos en el lugar correspondiente de Poesía y verdad aquello que hemos creído adivinar por medio de la observación de otros sujetos infantiles, obtendremos una Interpretación irreprochable que de otro modo no habríamos descubierto.

Aquí está:

ꞋHe sido un hombre de suerte; el Destino me conservó la vida, aunque vine al mundo como muerto. En cambio, suprimió a mis hermanos para que no tuviera yo que compartir con ellos el cariño de mi madreꞋ.
Y luego continúa el proceso mental pasando al recuerdo de otra persona muerta en aquella temprana época: la abuela, que vivía como un espíritu silencioso y benigno en otra habitación de la casa.
Ahora bien: ya hemos dicho en otro lugar que cuando alguien ha sido el favorito indiscutible de su madre, conserva a través de toda la vida aquella seguridad conquistadora, aquella confianza en el éxito que muchas veces basta eliminar para lograrlo. 
Y así, Göethe hubiera podido encabezar su Biografía con una observación como ésta:
ꞋToda mi fuerza tiene su raíz en mi relación con mi madreꞋ.



Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Marsh Fillbrant


11.11.2013

ARGENTINA, UNA INMENSA TRADUCCION

Por Julio Woscoboinik
+Notas de Alejandro Patat en ADN Omni







La traducción literaria en la Argentina -afirman en los últimos años casi por unanimidad todos aquellos que la han estudiado o practicado- no es un factor al margen de la identidad cultural del país, sino uno de los pilares sobre los que se funda tal identidad. Sin traducciones pensadas, programadas y elaboradas por argentinos a lo largo de dos siglos, nuestra cultura sería otra o probablemente no sería. Anna Gargatagli y Patricia Willson han ejemplificado de manera magistral cómo la busca de un estilo propio de nuestros escritores ha sido y es inescindible de la vasta experiencia en el campo de la traducción.



DOS IDEAS INCONCILIABLES

Si se me permite una síntesis brutal, creo que es posible reducir todos los debates modernos sobre la Traducción, fuera y dentro de nuestro país, a dos grandes polos inconciliables. A la primera posición, férrea en su afán totalitario, la llamaría "semiótica", porque considera la Traducción un acto comunicativo, susceptible de ser catalogado minuciosamente en una serie finita de fenómenos. 

Quienes levantan esa bandera están persuadidos de que la Traducción es una práctica codificada, que implica determinados procedimientos y estrategias, aplicables en los distintos casos que todo Texto presenta. Para ellos, el traductor es un técnico que ejercita una labor mecánica con mayor o menor desenvoltura. 

Hoy existen Asociaciones, Colegios de Traductores públicos, Carreras específicas, Publicaciones y Congresos de Traductología en Universidades de todo el mundo. En estas instituciones han nacido verdaderos grupos "fundamentalistas", que excluyen de la órbita de la "buena" Traducción a quienquiera no haya recibido su formación, y que congelan, por lo tanto, el concepto de la Traducción como profesión.

Del otro lado, en continua posición de combate o, peor aún, con agresiva indiferencia a la idea de la profesionalización, se ubican los que defienden la perspectiva de la Traducción como un hecho que yo llamaría "estético". Como es razonable, quienes sostienen este otro postulado ahondan sus raíces en los primeros debates filosóficos y religiosos para llegar a la idea de Traducción como producto artístico, con sus propias convenciones y poéticas. 

Para estos últimos, es inútil que un Traductor conozca las abstrusas taxonomías que la Tradición académica difunde sin cesar y que cambia según los caprichos de las modas universitarias. El acto de traducir, argumentan, se basa en un trabajo de excavación en la propia lengua, con agotadoras intuiciones explorativas y experimentales. La Traducción esconde las mismas insidias de cualquier actividad artística, y el Traductor enfrenta plenamente los desafíos de la Escritura.



PROBLEMAS

Dado que he optado por la brutalidad, espero se me conceda otra síntesis. La ya casi infinita biblioteca acerca de la Traducción guarda en realidad un engaño. Como la Filosofía, la Traducción vuelve siempre a los primeros interrogantes, que, son, desde ya, irresolubles. Según Franco Buffoni, el mayor estudioso de la Traducción en Italia, Director de la magnífica Revista Testo a Fronte, todos esos interrogantes se han presentado a lo largo de la Historia como ejes binarios de carácter opositivo. 


Libertad|sumisión; traición|fidelidad; estilización|literalidad; sentido|palabra; domesticación|extranjerización, son algunos de los ejes claves que dieron lugar a las diversas Tipologías traductivas que Antione Berman ha examinado en su brillante Ensayo La traduction et la lettre ou l'auberge du lointain. Más allá de estos excelentes materiales, propongo -modestísimamente- otro Camino.



UN ESTUDIO POR CASOS

En distintas oportunidades, ya sea en el café o en las aulas universitarias, me he visto obligado a discutir acaloradamente sobre uno de los lugares comunes más difundidos en nuestro país: el hecho de que la Cultura argentina es el resultado de una conmixtión original de ideas y soluciones que provienen de Francia o de Inglaterra. La idea de una elite cultural filofrancesa y filoinglesa ya en el siglo XIX no me parece discutible. Demasiados testimonios lo confirman.

Ahora bien, si en vez de concebir las Traducciones argentinas del inglés y del francés como hegemónicas y paradigmáticas nos detuviéramos a pensar aquello que deriva del contacto de nuestra Literatura con otras Lenguas, obtendríamos nuevas perspectivas y cuestiones. Dado mi limitado conocimiento, querría ilustrar sólo algunos fenómenos que resultan del contacto entre la Literatura italiana con las Tradición traductora de nuestro país.

Insisto, todavía no existe una Historia de la Traducción en la Argentina, pero si existiera, debería organizarse por "casos", y debería tener en cuenta esas otras empresas no tan marginales que los argentinos emprendieron más allá de las Literaturas inglesa y francesa. Los "casos" son simplemente los distintos modos de haber entendido y ejecutado la práctica de Traducción.



LA TRADUCCIÓN POLÍTICA

Los Románticos, se sabe, abrazaron la idea de la Traducción como gesto iluminista, como arma capaz de borrar las fronteras y de universalizar las ideas fundacionales de la modernidad. En la Argentina, la Traducción de las Tragedias de Alfieri o de las Novelas de Foscolo y Manzoni significó dar a conocer la catástrofe italiana, especular de la argentina, en cuanto naciones en busca de una auténtica libertad. 

La apropiación política de esos Textos claves de la Literatura italiana del Siglo XIX fue fundamental también para la Generación del 80, que vio a Italia no como nación-modelo, sino como nación-hermana. Quizás éste sea uno de los motivos por los cuales los Lectores argentinos de hoy siguen leyendo las grandes Obras inglesas y francesas del Siglo XIX como Obras "maestras" de mundos acabados, pero desconocen en general esas Obras italianas. 

Porque fue su circulación en Traducciones políticas, demasiado apegadas a las urgencias históricas de nuestro país, la que no permitió ni siquiera entrever los motivos por los que esas mismas Obras son imprescindibles en Italia: su innovación formal y su grandiosa experimentación lingüística.

No será la primera ni la última vez que los Textos italianos entrarán por la puerta de la política -Gramsci, por mencionar el caso más importante del Siglo XX-, para desatender la imponente grandeza estética de sus Escritos.



LA TRADUCCIÓN DEMIÚRGICA

La Traducción de La Divina Comedia, hecha por Bartolomé Mitre, sufrió los embates violentos de los irreverentes jovencitos reunidos en torno a la Revista Martín Fierro, allá por los años veinte. Desde entonces, la versión del Poema dantesco ha sido injustamente olvidada o denigrada. Sin embargo, la Traducción de Mitre ha tenido un rol imprescindible en nuestro país, nos guste o no nos guste su versión. 


¿Por qué? Porque al cabo de largos años de trabajo, que van desde 1891 hasta 1897, considera su propia versión a la par del Original. Es más, antepone al Texto una Teoría del traductor e incluye cientos de Notas a la Traducción -y no al texto-. Todo eso implica que estamos leyendo La Divina Comedia de Mitre, más que la de Dante.

Traducción demiúrgica significa que el Traductor se sobrepone al Autor. Porque si éste construye y crea, el segundo se sumerge y penetra en el Misterio de la creación.



LA TRADUCCIÓN POR IDENTIFICACIÓN
"La tarea del escritor no es imaginar sino percibir", sentenció Proust. 

Propongo que el predicado se aplique plenamente a la tarea del Traductor. "Un traductor debe primeramente perder y luego recuperar su propia identidad", afirmaba Elsa Gress, escritora danesa, en ese precioso volumen sobre la Traducción que la Revista Sur publicó en 1977. 

La Argentina ofrece muchos casos de escritores abocados a la percepción sutil de una Obra imaginada por otro. La llamaré Traducción por Identificación. A tal punto que un Traductor de este tipo sufre una especie de ensimismamiento y apropiación de una identidad ajena, cuyo síntoma final consiste en transformarse en alter ego del Autor. 

Permítaseme contar una anécdota curiosa. Cuando en 1997 traduje junto con Carlos Ripso una Antología de Montale, no preví que esa acción, efectivamente audaz y osada, despertaría las justas sospechas de Horacio Armani, el famoso Traductor de Montale en la Argentina. Nuestra operación no guardaba ningún rencor contra aquel Texto excelente que había circulado y sigue circulando notablemente en nuestro país. 

Armani, sin embargo, no concebía que existieran dos versiones simultáneas. La paradoja -lo descubro después de años- es que muchas veces la nueva identidad del Traductor es tan perfecta que termina por velar la del escritor mismo, y no viceversa.



LA TRADUCCIÓN QUE DA VOZ

En aquel Número inolvidable de Sur, Tres Textos subyacen a las discusiones de los latinoamericanos que participaron del volumen: la famosa diatriba Newman-Arnold en torno a la intraducibilidad de Homero, el Artículo Miserias y esplendores de la traducción, de Ortega y Gasset, de 1937, y el notable Ensayo de Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad, publicado en Barcelona en 1970.

Ortega había esclarecido la diatriba acerca de la intraducibilidad de todo Texto, desplazando la imagen banal de la inadecuación de los códigos retórico-semánticos de una Obra clásica hacia una disquisición mucho más fina acerca de lo que una Lengua manifiesta o acalla.

Cada Lengua es una ecuación diferente entre manifestaciones y silencios. Cada pueblo calla unas cosas para poder decir otras. Porque todo sería indecible. De aquí la enorme dificultad de la Traducción: en ella se trata de decir en un Idioma precisamente lo que este Idioma tiende a silenciar.

A estas alturas, habría que pensar el rol esencial que cumplieron en la dictadura argentina algunos Textos de Pavese, escritos también ellos en clave durante el fascismo. La influencia de Pavese entre la generación de escritores como Piglia o Saer es notoria, pero todavía no se ha hecho hincapié en todo lo que la Literatura argentina "dijo" a partir de los Escritos de Pavese. 

O si se quiere, basta con leer muchas de las versiones de Rodolfo Alonso y Pablo Anadón para comprender cuántas más cosas dijo nuestra Poesía a partir de la Poesía italiana del Siglo XX.



LA TRADUCCIÓN REIVINDICATIVA

Digamos que la reivindicación del Estatuto de las Lenguas coloniales respecto de la Lengua de la Madre Patria acompaña los debates desde la Independencia hasta nuestros días, con las posiciones que ya conocemos, y que van de un extremo al otro.

Lo cierto es que la Industria Editorial de los últimos años en Lengua castellana, como resulta del hermoso volumen La traducción literaria en América Latina, compilado por Gabriela Adamo, ha privilegiado la variedad ibérica a la hora de difundir Textos en Lenguas extranjeras. 

No se trata sólo de una política lingüística normativa, ciega ante un Público masivo latinoamericano que tiene problemas tangibles para digerir las Traducciones españolas. Con el pase de las grandes Editoriales argentinas a manos españolas, se trata más bien de una cuestión de política editorial. 

Uno de los más espinosos es la circulación inquietante de Traducciones argentinas manipuladas. Como señala Gargatagli en el volumen recién citado: 

"A partir de 1976, se trasladaron a España catálogos enteros de las empresas argentinas que iban desapareciendo y las Traducciones nacionales pasaron a ser un inmenso borrador que podía corregirse, plagiarse, editarse, denigrarse, peninsularizarse y enviarse otra vez a la Argentina".

A este propósito resulta imperdible el Ensayo de Andrés Ehrenhaus, incluido en el volumen. Argentino exiliado y radicado en España desde hace décadas, Ehrenhaus, se reconoce Traductor "huésped" en la Lengua de España. A las objeciones de sus connacionales por la adaptación de la propia variedad lingüística replica que, a fin de cuentas, cualquier manipulación o sumisión de la propia variedad a la normativa peninsular implica siempre un desborde, una filtración, un desangrarse de la Lengua materna, que deja sus huellas y sus manchas.

Cuando en los años Noventa Antonio Aliberti, poeta argentino nacido en Sicilia, concluyó sus Traducciones de Leopardi, confesándome que ese enorme trabajo lo había purificado y lo había preparado para su muerte inminente, no imaginaba quizá que su versión del monumental poeta italiano nos quedaría como testimonio maravilloso de esa Lengua particular que los argentinos construyeron con el aporte de los inmigrantes italianos.



LA TRADUCCIÓN COMO COMPENSACIÓN

Sin embargo, los argentinos no deberíamos olvidar tan a menudo que la Lengua que hablamos tiene una larga Historia, que no está hecha sólo de glorias, "el bronce de Francisco de Quevedo", según rezan los versos de Borges. 

En 1971, en Nueva York, el Político, Periodista e Historiador catalán Víctor Alba [1916-2003], militante del Partido Comunista español, preso por el franquismo en Alicante y luego en Barcelona, exiliado en México y luego en Estados Unidos, fue invitado a participar de unas importantes jornadas sobre Traducción. 

El original Escrito de Alba, recogido por Sur, razona en torno a un Tema ajeno a la Cultura norteamericana, pero impelente en el caso de la Lengua española: nuestra Lengua ha hecho siempre las cuentas con contextos dictatoriales, dominados por el control y la censura de Estado. El Traductor no ha sido indemne a los juegos acrobáticos de la Lengua y a las paráfrasis disuasivas.



LA TRADUCCIÓN IDEOLÓGICA

Los años Setenta fueron propicios para la ideologización de la práctica de Traducción, cuyo principal problema pasó a ser la cuestión de la traducibilidad cultural. En esos años, la Revista Pasado y Presente, en Córdoba, al traducir los Cuadernos de la cárcel, de Gramsci, planteó el siguiente problema: 

¿Hasta qué punto los postulados y las ideas relativas a la realidad italiana son traducibles en América Latina? ¿Conceptos como hegemonía o intelectual orgánico significan la misma cosa de un lado y del otro del Atlántico? 

El debate no era otra cosa que la Traducción del propio debate que Gramsci había generado en sus Cuadernos, donde se preguntaba si las Literaturas populares francesa y rusa del Siglo XIX eran del todo traducibles en la Italia del mismo período. La Historia de las ideas en América Latina ha sido, de por sí, una respuesta a la cuestión.



LA TRADUCCIÓN COMO EXPERIMENTACIÓN

Patricia Willson, en La Constelación del Sur, ha trazado un panorama de las Traducciones argentinas del Grupo Sur, analizando las soluciones de Victoria Ocampo, José Bianco y Jorges Luis Borges. De las innumerables intuiciones críticas de la ensayista, rescato aquí una en particular: la idea de que la traducción fue y es en la Argentina un Laboratorio estilístico, cuyo ejercicio de reescritura traductiva termina por filtrarse en las Obras.

A los Tres Modelos que Willson propone, yo les sumaría las soberbias interpretaciones de Enrique Pezzoni de algunos Textos italianos, que no han recibido hasta ahora la misma atención que sus Textos críticos. Porque no habría que olvidar la bella metáfora de Jaime Rest en su ensayo Reflexiones de un traductor:

El Texto original es siempre una partitura que atesora en su silencio la forma ideal de la composición: el Traductor no en vano es un intérprete, un ejecutante de la partitura.



LA TRADUCCIÓN COMO SAQUEO

He dejado deliberadamente para el final la visión de la Traducción como saqueo, idea que Borges ha injertado en nuestra Cultura. Para Ricardo Piglia, el germen de las ideas borgeanas se halla en la Traducción desviada del epígrafe "On ne tue point les idées" del Facundo, que Sarmiento atribuye equívocamente a Fortoul en vez de Diderot, y que traduce "mal" en la Edición de 1845: 

"A los hombres se los degüella, a las ideas no". 

Allí estaría la vocación apócrifa de nuestra Literatura. 

Las distintas posiciones de Borges en torno a la Traducción han sido analizadas puntualmente por Sergio Waisman. Así, la célebre frase de Borges:

"El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio",

hoy incluida en Discusión , lo llevó a afirmar que:

"La superstición de la inferioridad de las traducciones -amonedada en el consabido adagio italiano- procede de una distraída experiencia". 

Éstos serían los corolarios que conducen a la idea de Traducción como falsificación, distorsión, desdoblamiento, apropiación, saqueo. Al final de su carrera, en El oficio de traducir, en 1975, Borges afirma -expandiendo aún más las infinitas posibilidades de la Traducción- que ésta no es sino una forma de "sentir el universo".

Si Borges se apropió de una gran cantidad de Textos escritos en otras Lenguas, será útil saber que en 1965 se negó a aceptar la invitación de los intelectuales latinoamericanos a traducir La Divina Comedia. 

Claudia Fernández Greco, estudiosa de la Universidad de Buenos Aires, está llevando a cabo un análisis titánico de las Traducciones de Dante en la Argentina y acaba de aportar una interesante interpretación de esa negativa. Porque una Literatura está hecha también de Textos que nunca existieron.


FINAL

En 1958, Juan Rodolfo Wilcock se encuentra en Londres, lugar que había elegido para escapar de la Argentina reducida al enfrentamiento entre peronismo y antiperonismo. 

Desde su exilio voluntario, escribe cartas desesperadas a Miguel Murmis, a quien había conocido y frecuentado en Buenos Aires. Y entre notas personales, agrega críptico: 

"Veo la Argentina como una inmensa Traducción". 

Wilcock, el amigo íntimo de Silvina Ocampo, que se había enemistado con Victoria, deja suspendida esta idea. Creo que con esta frase Wilcock quiso subrayar que lo que más añoraba de Buenos Aires era el espíritu cosmopolita de esos años, visible en la vocación omnívora por la Traducción. 

La suya era una consideración elegíaca de aquello que había dejado para siempre. Su destino romano, así como su pasaje deslumbrante a la Literatura italiana en breves años, no hubieran sido posibles sin ese recurrente Sueño argentino, que consiste ante todo en traducir.



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EL ALMA DE "EL ALEPH" [3/4]




 Leer El aleph, de Jorge Luis Borges]

¿Dónde estará (repito) el malevaje
Que fundó en polvorientos callejones
De tierra o en perdidas poblaciones
La secta del cuchillo y el coraje?
Jorge Luis Borges [*]



CAPÍTULO 3: LA MITOLOGÍA DEL CORAJE.
El Padre Ausente y el Mandato Narcisístico.

Acercarse a la Mitología del coraje en Borges, es acercarse a la historia de malevos, guapos y compadritos. Es también adentrarse en la Tradición gauchesca, antecedente inmigratorio de la urbanización ciudadana. Es hacerse cultor de una "religión con su mitología y sus mártires, la dura y ciega religión del coraje, de estar listo a matar y a morir." [1] Por el puro placer de matar.

Ares, Dios de la Guerra, fue un tracio que amó la batalla por la batalla misma. Se complacía en la matanza de hombres y el saqueo, independiente de toda motivación. Zeus y Hera lo odiaban. Afrodita, en tanto, infiel a Hefestos, concibió con Ares tres hijos.

En su libro Evaristo Carriego y para abonar su hipótesis de que pelear es una fiesta, Borges recuerda el nacimiento histórico de las "canciones de gesta", las sagas y juglarescas de Epopeyas y Hazañas guerreras. También a Atila y sus arengas en Historia de los Godos; a Paris, en La Ilíada, corriendo a la batalla como un potro tras una yegua en celo; a la Saga de Beowulf, con guerras que son danzas de espadas...

Lo cierto es que ninguna de estas referencias parecen confirmar su Tesis. Todas conforman luchas por ciertos objetivos e ideales, capturados por el valor y la valentía, más que por el desafío y la enajenación del puro coraje.

Siempre son dos los que tallan,
Un propio y un forastero;
.......................
Nunca se han visto la cara,
No se volverán a ver;
No se disputan haberes
Ni el favor de una mujer. [2]

Extraña esta Mitología borgeana donde se exalta el puro culto del cuchillo. Pero creemos que Borges escotomiza o niega la realidad. Si es un propio y un forastero ¿No es acaso el desafío al de "afuera", vivido como enemigo? ¿No hay un enfrentamiento narcisista de reaseguro endogámico?

Igualmente percibimos su confusión cuando conjuga en una sola palabra coraje y potencia sexual: 
"La índole sexual del tango -escribe- fue advertida por muchos, no así la índole pendenciera. Es verdad que las dos son modos o manifestaciones de un mismo impulso y así la palabra hombre, en todas las lenguas que sé, connota capacidad sexual y capacidad belicosa, y la palabra virtus que en latín quiere decir coraje pero procede de vir, que es varón." 
Y la confusión se hace aún más evidente cuando, a renglón seguido, Borges recuerda para confirmar su hipótesis, un fragmento de la obra de Rudyard Kipling. Allí Kim, el afghán declara: 
"A los quince años, yo había matado a un hombre, y procreado a un hombre [When I was fifteen, I had shot my man, and begot my man] como si los dos actos, fuesen esencialmente uno". [3]
Consideramos imposible asimilar estas dos circunstancias tan diferentes y extremas. Sin embargo, la asociación de las ideas de Muerte, Sexo y Procreación, esencialmente una, la encontraremos muchas veces repetida en Borges. 
"La guerra servía, como las mujeres, para que se probaran los hombres." [4] 
Creemos que hay en Kipling una alusión metafórica al crecimiento en la pubertad: "Cuando tenía 15 años maté mi hombre y dí a luz mi hombre".

En cuánto la etimología, la palabra varón no es más que una generalización semántica de barón: "hombre noble". Barón, del germano {baro}: "hombre libre, apto para la lucha". Varón, del latín {vir}, influirá, a partir del Siglo XVI, para cambiar la ortografía de la palabra.

Coraje, del latín {cor}, corazón, alude al "gran corazón" del hombre valiente. Coraje refiere una impetuosa y a veces colérica decisión y esfuerzo de ánimo. Valentía deriva de valer: es ser fuerte, vigoroso, potente, sano. Si bien pueden utilizarse como sinónimos, todo depende del contexto.


EL COMPADRITO

Este personaje de la sociedad porteña del 1900, tan frecuentado por Borges, ha merecido distintos comentarios. Para Fernando Guibert: 
"La historia inverosímil del compadrito tuvo su comienzo así: la pobreza, que era el retrato marchito de la madre, deshilachándose día por día, arrastando quehaceres, y el padre, que más de una vez era un retrato olvidado en los cajones". [5]
Hemos analizado ya la orfandad en Funes. En Historia de Rosendo Juárez, el personaje cobarde de El Hombre de la esquina rosada, se confiesa: 
"Nunca se me ocurrió averiguar el nombre del padre que me hizo. Clementina, mi madre, era una mujer muy decente que se ganaba el pan con la plancha. Me crié como los yuyos".[6]
La palabra compadre, del latín {compater, compatris} nombra, recíprocamente, al padre y al padrino de un hijo y hace al compromiso de amparo que se contrae en relación con ese niño.

Curiosamente, de compadre derivó compadrito como diminutivo, y compadrear. Este vocablo es muy usado en el Río de la Plata, como sinónimo de balandronear, presumir, alardear. El Diccionario de Argentinismos, 1911; de Lisandro Segovia 
[7], define al compadrito como "individuo jactancioso, falso, provocativo y traidor, que usa un lenguaje especial y maneras afectadas."

El compadrito no tenía ni padre, ni padrino... Presumir o alardear de grande, de macho, debió llenar así duras carencias. "Criado como los yuyos", en la escuela de la calle, compartiendo ocios y vicios, este niño tuvo forzosamente que agrandarse. A esto se agregará, como es lógico, el resquemor y el resentimiento.

La patología de los vínculos identificatorios, ligados a esa falta del Nombre del Padre, encienden las pulsiones sadomasoquistas del desafío y del desplante narcisista. La disociación entre mujer sexuada y madre idealizada, lo ubicará en la proximidad de los lupanares.

"Por esa casi perpleja admiración que el instintivo despierta en el hombre de letras" Borges mira, desde una biblioteca y un jardín, hacia las orillas, orillando la realidad. La suya fue una mirada estrábica, escindida. Apuntó "desde su sangre", a un sólo aspecto, desgajándolo del conjunto.
¿Donde estarán aquellos que pasaron,Dejando a la epopeya un episodio,Una fábula al tiempo, y que sin odio,Lucro o pasión de amor se acuchillarón? [8]

"Los compadritos vinieron a mi vida y a mi obra con los malevos y los arrabales, un poco por curiosidad y otro poco porque en la religión que ellos habían construído -la del coraje- yo encontraba cosas que le faltaban a mis días: el arrojo físico, la valentía, todo eso. En esa especie de nostalgia tenían que ver también mis antepasados militares." [9]


TANGO Y MILONGA

La figura del compadrito está asociada al tema del Tango y de la Milonga. El Tango tuvo su origen en los conventillos, pero especialmente en los lupanares. Por eso Lugones, desdeñoso, lo definiría "reptil de lupanar". La Milonga, en tanto, fue primero payada en los fogones campesinos y en los fogones de la soldadesca en campaña.

En Historia del tango, [**] Borges se ocupa de deslindar bien la índole sexual del Tango diferenciándolo de la Milonga por:
"...La lascivia de las figuras, la connotación evidente de ciertos títulos -El choclo, El fierrazo-", y el hecho de que las mujeres del pueblo no quisieran participar de ese baile de "perdularias". 
Sólo el resonar pendenciero, peleador, lo ligaría a la Milonga. Y Borges confiesa una singular facilidad para componerlas : 
"Como de mi sangre, me son dictadas por mis antepasados militares. Todos ellos han escrito esto. Yo no. La prueba está que yo corrijo mucho lo que escribo, aunque no parezca; un soneto, un soneto mío, bueno...procede de varias generaciones de borradores. En cambio, las milongas, no". [12]

Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra; Nadie habrá habido como él En el amor y la guerra...
Entre las cosas hay unaDe la que no se arrepienteNadie en la tierra. Esa cosaEs haber sido valiente.
Siempre el coraje es mejor,La esperanza nunca es vana;Vaya pues esta milongaPara Jacinto Chiclana. [***]


HERENCIA Y DESTINO

En el mandato narcisista el hijo debe cumplir los Sueños, los irrealizados deseos de sus padres. En el caso de Borges, serán los de grandeza y valentía de un gran Héroe, como lo fueron sus antepasados militares. Desde su padre, un hombre de Letras, también los afanes de un destino literario.

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges está encadenado por eso, desde su fe de nacimiento, a un brilante collar de nombres que lo fijan a dos ilustres Arboles Genealógicos: Jorge, por el padre; Francisco, por el abuelo paterno, coronel; Isidoro, por el abuelo materno, también coronel; Luis, por el tío paterno, jurisconsulto. [10]
Sólo Dios puede saberLa laya fiel de aquel hombre;Señores, yo estoy cantando´Lo que se cifra en el nombre. [11]
A la muerte de su madre, a los 99 años, perseguido por autoreproches melancólicos, y dolorido por no haberle podido mentir que veía mejor, luego de una de las tantas operaciones padecidas, volverá sobre el pecado de haber defraudado a sus padres, no ha sido feliz, no ha sido valiente.

He cometido el peor de los pecadosQue un hombre puede cometer. No he sido Feliz.
Me legaron valor. No fuí valiente.No me abandona. Siempre está a mi ladoLa sombra de haber sido un desdichado. [13]
Sus fobias e inhibiciones se trenzaban y tensaban en la realidad de su padecer. La épica, era un "apetito elemental". Sublimatorio, el coraje se hace literatura.








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NOTAS

[*] J.L. Borges. Tango, El otro, el mismo, O.P. p..203.

[**] J.L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. p.160.
[***] J.L. Borges. Milonga para Jacinto Chiclana, O.P. p.287.


[1] J.L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. Editorial Emecé Bs. As., 1974 p.168.
[2] 
J. L. Borges. Milonga del forastero. Historia de la Noche. Obra Poética Editorial Emecé, 1977 p.528.
[3] J. L. Borges. Evaristo Carriego, O.C. p.160.
[4] J.L. Borges. La otra muerte; El Aleph, O.C. p.571.
[5]
 F. Guibert. El compadrito y su alma, Editorial Perrot, Bs. As., 1957 p.17.
[6]
 J.L. Borges. Historia de Rosendo Juárez. El Informe de Brodie, O.C.p.1034.
[7]
 L. Segovia. Diccionario de Argentinismos. Comisión Nac. del Centenario, Bs. As. 1911.
[8] 
J.L. Borges. El tango. El otro,el mismo. O.P. p.203.
[9]
 Mario Mactas. Entrevista a Borges citado en Borges, saque el cuchillo, de Rodolfo Braceli. Editorial Galerna,  Bs. As., 1979.

[12]
 Antonio Carrizo. O.C p.62. El subrayado es mio, J.W.

[10] J.Woscoboinik. O.C p.232.
[11] J.L. Borges. Milonga para Jacinto Chiclana, O.P. p.287.
[13] 
J.L. Borges. Remordimiento, O.P. p.486.