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6.21.2012

DICTAME QUE ME GUSTA...


Por Roberto Daniel León


Escandalizada, joven profesora cuelga los libros...

Siempre me gustó eso de los títulos y los epígrafes, quizá por aquello de la síntesis. Debo confesar, no obstante, que no confío del todo en la completud de las mismas, por lo que procederé de inmediato a victimizar ocasionales lectores con el siguiente desarrollo: Ella comenzó hace muy poco a dictar clases en la escuela secundaria (o como se llame la semana próxima). No tanto por ser joven, sino por habérselo tomado en serio, pretende que los alumnos adquieran los conocimientos impartidos y utiliza recursos que faciliten el proceso, como es el caso de la analogía.


La cosa parece simple: se refiere a imágenes y-o situaciones concretas –por todos conocidas- para trasladarse desde allí, mediante la comparación, al nuevo concepto que se pretende transmitir. Jesús usaba ese método –las parábolas- según se relata en los Evangelios (especie de biografías del maestro de las cuales se “popularizaron” cuatro). A él le fue bastante bien en general –exceptuando el final- pero a nuestra joven amiga no.


Aunque cualquiera podría jurar lo contrario, el elemento “conocido” utilizado en la analogía, resultó no serlo tanto. Parece que el funcionamiento de una ciudad es algo bastante misterioso para muchos y la recolección de residuos (por nombrar un detalle), es una actividad que se registraría en el terreno de la generación espontánea, o algo así. Intentando sostener una presencia de ánimo que tambalea entre el estupor y la frustración, nuestra protagonista procura explicar lo que suponía obvio.

Como la cosa se ponía difícil para todos, los educandos proponen una salida: 

-Profe, por qué mejor usted nos dicta y nosotros escribimos?

Nada qué entender, a quién se le ocurre? 
El dictado, aparte de ser un recurso, tiene en sí mismo un alto contenido simbólico y, en este caso, representativo de la sociedad que los formó. Son muchos los que prefieren que les “dicten”. La asociación es libre.

Por otra parte, cualquiera con dos dedos (horizontales) de frente, sabe que en el contexto actual la práctica del dictado es para que parezca. En general, la mayoría no solo escribe mal lo que le dictan, sino que además no tiene comprensión alguna de lo que está oyendo y escribiendo.

Cómo se llegó hasta ahí?

Hay causantes y muchísimos cómplices, encontrándose en los primeros puestos los docentes-estafadores. Un docente estafador es aquel que, acomodándose al deterioro o los intereses del poder de turno, se pliega a la decadencia propuesta para generar consumidores pasivos, lo cual termina por producir un caos de tal magnitud que amenaza no solo a la sociedad, sino a la civilización toda. Así como pueden organizarse para resistir la decadencia de los salarios, bien pudieron hacerlo con la decadencia de los conocimientos. Aprobar a un alumno que no sabe, es estafarlo. Ocurre a menudo que algunos de los estafados quieren ser docentes, y lo logran…

Sigo pensando que tiene razón mi amigo, el que dice que la escuela reproduce inexorablemente a la sociedad.

Quizá deba desterrar definitivamente la fantasía con la que crecí, un mundo donde los maestros eran diferentes y lo sabían todo. En fin…




6.10.2011

ARVEJAS SECAS REMOJADAS…


Por Roberto Daniel León



Dicen que un buen cigarro proporciona tiempo para pensar, o algo que llevarse a la boca. Tuve suerte. Un amigo me regaló un buen cigarro y yo me regalaba el placer de saborearlo después del almuerzo; cuando en mi afán de sostener la teoría y la práctica de que todo lo que tiene letras debe ser leído, posé mis ojos en una lata de arvejas cuyo exterior tenía letras. Algunas de ellas estaban destinadas a la marca del producto y otras a diversas especificaciones. Segundas en el orden de importancia, con relación a su tamaño (las más pequeñas ya no las veo) y ¿Coherentemente? agrupadas, llamaron mi atención unas que transcribo a continuación respetando el orden en que se encontraban: “arvejas secas remojadas”. Dado que aprendí a leer con el sistema antiguo, el fantasma de mi maestro de tercer grado apareció en el monitor y dijo -como si tal cosa– “… acá hay algo que no está bien”. Caramba, pensé. Será que arvejas se escribe con “h” o “b” larga, ahora? Cambiaron tantas cosas….

–“No, nene”, me dijo... (para los fantasmas no pasa el tiempo), “…acá hay una contradicción”. Cierto… dije en voz alta. Intenté explicarle que desde que me acostumbré a verlas, leerlas y escucharlas en abundancia, ya no las notaba tan fácilmente como antes. Por supuesto, no aceptó la excusa y quería que escribiera 100 veces en el cuaderno de deberes una oración que comenzó a dictarme inmediatamente: “Los servicios públicos tienen que ser privados. El estado es ineficiente.” No... me está jodiendo... aquí hay, además de maestro muerto, gato encerrado. Justamente él, no puede pretender que escriba eso en sentido afirmativo. Quise cuestionárselo... pero ya se había ido. Por qué me habrá dicho semejante cosa? De qué estábamos hablando...? Ah... sí. De las arvejas. No... de las contradicciones!!!  Eureka!!!

Ya lo entiendo. Era feo mi querido maestro, pero no idiota. Los conceptos de público y privado, son opuestos. Hace años, durante el lamentable fervor menemista-privatista, había – profesionales incluidos – muchos que se atrevían a decir, por ejemplo, que los hospitales debían ser manejados como una empresa, porque si no, daban pérdida. Quién diablos dijo que los servicios públicos tienen que dar ganancia? Si son públicos, son servicios que se prestan con los dineros del erario público. Son los impuestos que vuelven al pueblo. Por eso, los servicios públicos tiene que prestarlos el estado. Porque son servicios, no un negocio. Una empresa se forma con el objetivo de obtener ganancias. Es un negocio. No presupone la prestación de un servicio para todos. Y si no, por citar un ejemplo de servicio público como las comunicaciones, porqué las localidades pequeñas no tenemos acceso al servicio 0610? O un servicio de internet de alta velocidad? Fácil... porque no es negocio para la empresa. Ergo, este “servicio público” se presta solo donde da ganancia. Tiene lógica desde el punto de vista empresario, pero no desde el concepto de servicio.

Ahora llego a la otra parte: el estado es ineficiente. No escatimaron esfuerzo los menemistas y sus cómplices, en meternos muy adentro esa muletilla por todos los medios posibles. No paraban de hablar y no nos daban tiempo para pensar. Cierto es que tampoco teníamos mucha práctica en eso (pensar). No olvidemos que la tele no lo permite.

Ortega y Gasset, duro crítico de nuestras actitudes, decía y con razón, que los argentinos confundimos los edificios con las instituciones. Ejemplo cotidiano de esto, es el comentario que a menudo escuchamos en conversación de vecinos: “... ah, si. La escuela X es muy buena escuela”; limitando el concepto al edificio sin dudas, porque la eficiencia y calidad de esa institución pública estará dada por la eficiencia y calidad de sus directivos y docentes. Cuando éstos no estén mas, por jubilación, muerte o traslado, “la escuela X” puede dejar de ser buena. Porque bondad, eficiencia, capacidad, etc. son atributos de personas; no de entes impersonales. Entonces el estado, no es ineficiente. Pueden serlo (de hecho lo son) las personas que lo administran. De esta manera descubrimos que dándole una mano de pintura a la Casa Rosada, no cambiaremos nada. Cabe preguntarse que pasaría si nos decidiéramos a cambiar a las personas que lo administran, alternativa que no figura en la propuesta de ningún candidato. Entiéndase bien. Cambiar a las personas que administran el estado, no es cambiar sus caras. Se trata de cambiar a esa clase de personas.

Hay padres que tienen hijos que se deleitan, por ejemplo, en destrozar sistemáticamente el sofá. Los influenciados por la modernidad, que no quieren hacerse cargo de las cosas, cambian el sofá. Los mas antiguos y responsables, le ponen límites al nene. Los primeros, están fabricando un dirigente político según el actual concepto. Los segundos, están fabricando un ciudadano responsable.

Los servicios públicos, para que realmente sean públicos, debe prestarlos el estado. Y deben ser eficientes. Porque el estado somos nosotros. Y para administrarlo, debemos escoger a los mejores.



                                                                                

3.03.2011

EL HUEVO O LA GALLINA?

Por Roberto Daniel León



Felizmente, el libre ejercicio de pensamiento obtenido por la humanidad contra viento, marea, espadas, hogueras y otras sutilezas, nos ha permitido avanzar en la construcción de apreciaciones mas precisas, aunque claro, siempre perfectibles. Habernos permitido dudar de las verdades absolutas, es un paso que, a mi criterio, supera y mucho a un pisotón en la luna.

La relatividad de Einstein, es una observación filosófica antes que científica. Que lo observado depende del observador y de su estado, nos posibilita entre otras cosas, dejar entrar a nuestro mundo otras condiciones que, no por ignoradas, debemos presumir inexistentes. Sin embargo, a la hora de establecer parámetros comunes, deberíamos ser cuidadosos de utilizar solo aquello que sabemos y podemos demostrar al menos razonablemente, evitando construir sobre la aventura de la imaginación y el absolutismo, a fin de no regresar a las sombras originales.

Tendemos, en un característico afán reduccionista de esta época, a catalogar eventos y condiciones por orden de importancia, alfabético o cronológico, y lo hacemos aún a martillazos cuando no encaja en nuestro esquema de pensamiento. Convengamos, antes de continuar, que la posibilidad de un razonable ejercicio del pensamiento, aún permanece vedado a inmensos sectores de la sociedad, entre-tenido y ador-mecido no por casualidad.


La disquisición acerca del ser y-o estar (de eso se trata), con relación a cierta preeminencia de uno u otro concepto, debiera comenzar por permitirnos des establecer el criterio de que habría una mayor importancia en una de esas manifestaciones respecto a la otra. Porque, en definitiva, porqué habría de haberla? 

Estimo que ambas condiciones son referenciales. Estar requiere de referencias externas y respondería a las cuestiones ¿Dónde? o ¿Cuándo?, en tanto que ser requiere de referencias internas y responde a las cuestiones ¿Qué? o ¿Cómo?,

Ajenos a lo que se cree, según la cultura de que se trate, y por lo que razonablemente se conoce, nace un ser humano con potenciales condiciones para procesar determinados estímulos, con los que poco a poco irá construyendo una persona, Estos estímulos se originan en su entorno inmediato y se amplían luego a la sociedad y la cultura en que el individuo está. El proceso que realice con todos esos estímulos –que no son otra cosa que palabras y actitudes- determinará un ser que, de nuevo, responderá a un qué y un cómo altamente influenciado por el entorno. La calidad de los estímulos iniciales, determinarán por consecuencia u oposición, el como será y donde estará. Cierto es que la cultura actual pasa por alto ciertas cuestiones fundamentales y fundacionales y suele confundirse el ser con la profesión (sos telemarqueter), y la calidad o reafirmación del ser con sus posesiones (si no tenés... no sos nadie).

Pásase por alto entonces al sujeto, que en nuestro análisis sería el ser, y contémplase al objeto funcional a la estructura social (en la mayoría de los casos, simple consumidor).

Respecto al estar, podríamos determinar al menos dos condiciones: un estar físicamente, en referencia geográfica; y un como estar en referencia actitudinal. Este último aspecto adquiere una relación directa con el ser.


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández