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8.26.2012

LA PRESENCIA

Por El Profesor Golber






Nuestro objetivo fue dejar presencia. Sembrar sus fértiles campos con nuestras semillas y retirarnos. Ellos solos harían el resto cuando fuera la época de cosecha. Para ese momento, tal vez un poco antes, daba lo mismo, verían su derrota. El camino silencioso, subterráneo, de las semillas llevaba a una conquista plena sin que ellos, aún con toda la tecnología a su favor, pudieran detener. Sesgar sus campos o inundarlos con una solución salina concentrada hubiera terminado de cuajo con las mies que estaban creciendo; pero eso sería su propia muerte. No se expondrían con un genocidio de esa naturaleza ante el mundo entero. Deberían resignarse y agachar sus cabezas…

Así comenzó su relato Wenceslao (nunca supe su verdadero nombre, por obvias razones). Habíamos acordado reunirnos en el bar de Sarmiento y Santa Fe. Yo venía haciendo un trabajo de investigación sobre la Guerra de Malvinas que luego publicaría en formato de artículo en el diario de la ciudad. Me interesaba hacer un relato cronológico, aséptico, objetivo; en definitiva, una recopilación histórica de los sucesos y nada más (en el fondo, ¿Qué más se podía decir de una guerra perdida?). Cuando el jefe de redacción me hizo la oferta, para mí fue como recibir una bocanada de aire fresco y recuperarme del ahogo que me producía mi trabajo. Sentado en uno de los últimos escritorios de la redacción, mi computadora personal se resistía, empachada, de monótonas crónicas policiales ordenadas en cronológicos archivos. Y esto me daba la oportunidad de hacer algún tajo en mi rutina. Tampoco es que me obsesionara el éxito literario (una historia sobre Malvinas no dejaba de ser una crónica más en el mismo estilo que la práctica ya había transformado en costumbre), pero al menos podía darle a mi pluma ribetes de cronista histórico.

Lo que nunca imaginé es con qué me iba a encontrar. Mi aseptisismo inicial sucumbió a la infección que provoca el germen del interrogante sin respuestas. Y para eso no hay otro antídoto que sumergirse en mares de ansiedad braceando respuestas hasta encontrar la correcta.

Es que a medida que avanzaba en la investigación, una idea empezó a rondar mi cabeza; muy descabellada, por cierto, pero para nada ilógica. Los documentos, artículos y libros consultados, no hacían más que regar mi mente con aguas de sospechas. Los involucrados en la gesta que entrevisté para la ocasión, solían mirarme como si yo estuviera loco y algunos se empecinaban en construir diques de argumentos para contener esas aguas, que a esas alturas ya desbordaban por todos mis poros. Adentrado cada vez más en los sucesos de abril del ´82, sus momentos previos y aún los posteriores, me resultaba incomprensible, hasta raro diría, tanta movilización y propaganda de nuestra parte para una guerra de tan corta duración. Por más que lo buscara no le encontraba sentido a un enfrentamiento bélico entre dos fuerzas tan disímiles, que desde el comienzo hacía presuponer su desenlace. Algo había. Algo se estaba ocultando. Las verdaderas intenciones no estaban en la guerra. Ese silencio posterior a la guerra, salpicado de vez en cuando con algún grito de recuerdo, con alguna escaramuza de verba diplomática; esa carencia colectiva de memoria, casi como destierro de la historia; me decía que algo más debía haber. No tenía dudas. Porque, tampoco, resultaba lógico un rebrote patriótico en estos momentos, más allá de conmemorar sus treinta años (si de reivindicación de actores se trata, se podrían haber conmemorado sus diez o sus veinte años).

Fue entonces cuando apareció Wenceslao y su historia de ribetes épicos.

Por azar había dado con un documento que de manera muy escueta mencionaba una sigla: O.S.A.C. Durante varios días esas cuatro letras me dieron vueltas por la cabeza. El documento, simplemente, refiere: “Autorizamos O.S.A.C. ¿Qué era O.S.A.C.? ¿Qué significan esas letras?

Volví al archivo del Batallón, donde había tomado contacto con el documento, para escrutar sobre su contenido. Es información clasificada y usted no tendría que haber tomado contacto con ella, por favor retírese; me dijo de manera muy seca el Suboficial que me atendió. Las sospechas se transformaron en realidad. La acción bélica fue una cortina de humo para algo más grande y ese algo era O.S.A.C. Ahora debía averiguar que significaba.

Estaba saliendo del Batallón y alguien detrás de mí, con una voz casi inaudible, me dice:

-Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa. Yo me contacto con usted.
No alcancé a darme vuelta que el sujeto había desaparecido por los pasillos del edificio. Su voz quedó resonando en mi cabeza: Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa.

Unos días después recibí un llamado telefónico y quedamos con Wenceslao en vernos en el bar.

¡Debían resignarse! –su voz de nostalgia y satisfacción soltaban las palabras en el aire- Por eso debíamos movernos en silencio; vivir de sombras en sombras y dejar la semilla germinada convirtiendo esa tierra esquiva en una fértil estepa. La guerra fue parte del plan general, pero simplemente como un acto de distracción al verdadero objetivo, la Operación Salir A Cenar. Mientras un grupo de valientes soldados asaltaba las islas y escupía a diestra y siniestra balas de plomo soberano y el inglés imperialista y chupasangre, herido en su orgullo real, creía reagrupar sus fuerzas en una contraofensiva desaguisada; nosotros cruzábamos sus campos sigilosamente, invisibles, imperceptibles, para depositarles en el seno mismo de su sangre real la mancha que nos daría la victoria irrefutable en su destino mediocre. La presencia que teníamos que dejar, le diré, encadenaría sus más bellas flores; salpicaría sus horizontes europeos y les arrancaría sus mañanas en un aborto feroz de la historia...

Wenceslao acariciaba cada palabra que salía de su boca y sus ojos se esparcían en el tiempo en una mirada tan poética como su relato. Veía en el a un hombre apacible pero enérgico.

-No entiendo, Wenceslao, por qué si la verdadera misión fueron ustedes, se ocultó hasta ahora.
-La Operación Salir A Cenar debía guardarse en el más estricto secreto. Era fundamental para su éxito. Las flores del imperio debían ser polinizadas y nosotros fuimos las abejas encargadas de tal misión. Exogamia, amigo. ¿Sabe qué es? -No, no sé; solté, haciendo un esfuerzo por entender.

Cruzar nuestra sangre con la de ellos y esperar que el tiempo haga su trabajo. Toda conquista –reconquista en nuestro caso- deja vencedores y vencidos, teje odios y rencores que imposibilitan el entrelazamiento de los unos con los otros dando lugar a sociedades divididas. En cambio la vinculación de sangre tiende a homogeneizar los componentes sociales. Si los isleños eran mestizados, más temprano que tarde se convertirían en uno de nosotros. Entonces se ideó la operación: mientras les vendíamos humo con la guerra, un comando especial formado por los mejores seductores de nuestro país y adiestrados en la consigna, sedujimos a sus mujeres en una cópula soberana. Cuando lo advirtieron ya era tarde y, derrumbados en su amor propio, comenzaron a llorar el gen argentino que dejaron nuestras flechas cupidescas.
-No salgo de mi asombro, Wenceslao. Es un plan magnífico el que me está revelando; pero no entiendo el silencio. ¿Por qué se sigue manteniendo en secreto?
Ya no, amigo. Treinta años. Una generación necesitábamos, nada más. Treinta Años, amigo. Aquellos primeros hijos compartidos nacieron mitad argentinos y, entre ellos, algunos, formaron familias entre sí. La ecuación es simple: ya empezaban a tener ciudadanos tres cuarto argentinos. Ni la guerra, ni la diplomacia, pudieron lo que pudo el derecho de familia. La savia filiatoria de su árbol genealógico le dio la estocada mortal...
-El ius sanguinis, dije yo emocionado.
…Exacto. El derecho de sangre que es el orgullo real de su existencia, le juega en contra. Después de los sucesos nuestro comando viajó, de vez en cuando, en estos treinta años para llevar una gota más de la pureza nuestra. Hoy podemos gritar que Malvinas fueron, son y serán argentinas y usted será el encargado de revelar esta historia…

Después me dio algunos pormenores de cómo llevaron a cabo la misión, aunque me pidió reserva en los detalles. La Operación Salir A Cenar se puso en marcha algún tiempo antes del ´82 y continuó hasta nuestros días. Aparentemente cuando la corona entendió que había perdido las islas, negociaron una salida decorosa. De ahí esa dialéctica discursiva entre ambos gobiernos; los pedidos internacionales de una solución pacífica y el cierre de la historia con el referéndum del año que viene que tiene un resultado cantado: si los isleños son argentinos, el voto está definido y el imperio haría la pantomima de aceptar la voluntad de aquellos fueguinos.

Exogamia; un arma biológica que ellos no esperaban. Ataca sigilosamente étnica, social, cultural y luego políticamente. Lo hicieron muchos países invasores. Lo hizo Gran Bretaña entre sajones y normandos. Al sur del sur la historia le jugó en contra.



Portada: Ilustración de Oscar Chichoni
Diagramación & DG: Pachakamakin